18.9.10

Capítulo 24 del Libro de la Vida


COMENTARIOS AL LIBRO DE LA VIDA
Capítulo 24: 


Progreso espiritual de Teresa.

 
Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.


Capítulo 24:


            Prosigue en lo comenzado, y dice cómo fue aprovechándose su alma después que comenzó a obedecer, y lo poco que le aprovechaba el resistir las mercedes de Dios, y cómo Su Majestad se las iba dando más cumplidas.

            1. Quedó mi alma de esta confesión tan blanda, que me parecía no hubiera cosa a que no me dispusiera; y así comencé a hacer mudanza en muchas cosas, aunque el confesor [1](1) no me apretaba, antes parecía hacía poco caso de todo. Y esto me movía más, porque lo llevaba por modo de amar a Dios y como que dejaba libertad y no apremio [2](2), si yo no me le pusiese por amor.(sigue aquí --- en "Más información"... )


            Estuve así casi dos meses, haciendo todo mi poder en resistir los regalos y mercedes de Dios. Cuanto a lo exterior, veíase la mudanza, porque ya el Señor me comenzaba a dar ánimo para pasar por algunas cosas que decían personas que me conocían, pareciéndoles extremos, y aun en la misma casa [3](3). Y de lo que antes hacía, razón tenían, que era extremo; mas de lo que era obligada al hábito y profesión que hacía, quedaba corta.

            2. Gané de este resistir gustos y regalos de Dios, enseñarme Su Majestad. Porque antes me parecía que para darme regalos en la oración era menester mucho arrinconamiento, y casi no me osaba bullir. Después vi lo poco que hacía al caso; porque cuando más procuraba divertirme [4](4), más me cubría el Señor de aquella suavidad y gloria, que me parecía toda me rodeaba y que por ninguna parte podía huir, y así era. Yo traía tanto cuidado, que me daba pena. El Señor le traía mayor a hacerme mercedes y a señalarse mucho más que solía en estos dos meses, para que yo mejor entendiese no era más en mi mano [5](5).

            Comencé a tomar de nuevo amor a la sacratísima Humanidad. Comenzose a asentar la oración como edificio que ya llevaba cimiento, y a aficionarme a más penitencia, de que yo estaba descuidada por ser tan grandes mis enfermedades. Díjome aquel varón santo que me confesó, que algunas cosas no me podrían dañar; que por ventura me daba Dios tanto mal, porque yo no hacía penitencia, me la quería dar Su Majestad. Mandábame hacer algunas mortificaciones no muy sabrosas para mí. Todo lo hacía, porque parecíame que me lo mandaba el Señor, y dábale gracia para que me lo mandase de manera que yo le obedeciese. Iba ya sintiendo mi alma cualquiera ofensa que hiciese a Dios, por pequeña que fuese, de manera que si alguna cosa superflua traía, no podía recogerme hasta que me la quitaba. Hacía mucha oración por que el Señor me tuviese de su mano; pues trataba con sus siervos, permitiese no tornase atrás, que me parecía fuera gran delito y que habían ellos de perder crédito por mí.

            3. En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era duque de Gandía [6](6) y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor, y el caballero que he dicho también vino a mí, para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien había mucho dejado por Él, aun en esta vida le pagaba.

            Pues después que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía que no era bien ya resistirle más, que hasta entonces estaba bien hecho, sino que siempre comenzase la oración en un paso de la Pasión, y que si después el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más.

            Yo quedé muy consolada, y el caballero [7](7) también holgábase mucho que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo que podía, que era mucho.

            4. En este tiempo mudaron a mi confesor de este lugar a otro [8](8), lo que yo sentí muy mucho, porque pensé me había de tornar a ser ruin y no me parecía posible hallar otro como él. Quedó mi alma como en un desierto, muy desconsolada y temerosa. No sabía qué hacer de mí. Procuróme llevar una parienta mía a su casa [9](9), y yo procuré ir luego a procurar otro confesor en la Compañía. Fue el Señor servido que comencé a tomar amistad con una señora viuda [10](10), de mucha calidad y oración, que trataba con ellos mucho. Hízome confesar a su confesor [11](11), y estuve en su casa muchos días. Vivía cerca. Yo me holgaba por tratar mucho con ellos, que, de sólo entender la santidad de su trato, era grande el provecho que mi alma sentía.

            5. Este Padre me comenzó a poner en más perfección. Decíame que para del todo contentar a Dios no había de dejar nada por hacer; también con harta maña y blandura, porque no estaba aún mi alma nada fuerte, sino muy tierna, en especial en dejar algunas amistades que tenía. Aunque no ofendía a Dios con ellas, era mucha afición, y parecíame a mí era ingratitud dejarlas, y así le decía que, pues no ofendía a Dios, que por qué había de ser desagradecida. Él me dijo que lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno de Veni, Creator [12](12), por que me diese luz de cuál era lo mejor. Habiendo estado un día mucho en oración y suplicando al Señor me ayudase a contentarle en todo, comencé el himno, y estándole diciendo, vínome un arrebatamiento tan súbito que casi me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar, porque fue muy conocido. Fue la primera vez que el Señor me hizo esta merced de arrobamientos [13](13). Entendí estas palabras: Ya no quiero que tengas conversación con hombres, sino con ángeles. A mí me hizo mucho espanto, porque el movimiento del ánima fue grande, y muy en el espíritu se me dijeron estas palabras, y así me hizo temor, aunque por otra parte gran consuelo, que en quitándoseme el temor que -a mi parecer- causó la novedad, me quedó.

            6. Ello se ha cumplido bien, que nunca más yo he podido asentar en amistad ni tener consolación ni amor particular sino a personas que entiendo le tienen a Dios y le procuran servir, ni ha sido en mi mano [14](14), ni me hace el caso ser deudos ni amigos. Si no entiendo esto o es persona que trata de oración, esme cruz penosa tratar con nadie. Esto es así, a todo mi parecer, sin ninguna falta.

            7. Desde aquel día yo quedé tan animosa para dejarlo todo por Dios como quien había querido en aquel momento -que no me parece fue más- dejar otra a su sierva. Así que no fue menester mandármelo más; que como me veía el confesor tan asida en esto, no había osado determinadamente decir que lo hiciese. Debía aguardar a que el Señor obrase, como lo hizo. Ni yo pensé salir con ello, porque ya yo misma lo había procurado, y era tanta la pena que me daba, que como cosa que me parecía no era inconveniente, lo dejaba; ya aquí me dio el Señor libertad y fuerza para ponerlo por obra. Así se lo dije al confesor y lo dejé todo conforme a como me lo mandó. Hizo harto provecho a quien yo trataba ver en mí esta determinación.

            8. Sea Dios bendito por siempre, que en un punto me dio la libertad que yo, con todas cuantas diligencias había hecho muchos años había [15](15), no pude alcanzar conmigo, haciendo hartas veces tan gran fuerza, que me costaba harto de mi salud. Como fue hecho de quien es poderoso y Señor verdadero de todo, ninguna pena me dio.



                                            COMENTARIO AL CAPÍTULO 24

                   Progreso espiritual de Teresa. Nuevo confesor. Encuentro  
       con san Francisco de Borja. Primer arrobamiento. Libre para amar


            Capítulo de signo altamente positivo. Así lo indica el título: "Dice cómo fue aprovechando" y cómo el Señor le "iba dando mercedes más cumplidas".

            Todo el relato gravita en torno al emocionante episodio final: primer arrobamiento de Teresa, que produce la definitiva liberación de su afectividad.

            La serie de los episodios narrados se escalona así:

            - Como punto de partida, ha sido determinante la confesión de Teresa con Diego de Cetina, y las orientaciones de éste (1).

            - Siguen dos meses de resistencia por parte de ella a los fuertes impulsos interiores: es la consigna dada por Cetina (1-2).

            - Hasta que llega a Ávila el P. Francisco (esta vez mencionado por su nombre; es el futuro san Francisco de Borja). Teresa le expone su situación. Y él sentencia: "Díjome que era espíritu de Dios, y que no era bien ya resistirle más"; y de nuevo: "Dijo que era yerro resistir ya más". "Yo quedé muy consolada" (3).

            - Al alejarse de Ávila el P. Cetina, Teresa adopta por confesor a otro jesuita, el P. Juan de Prádanos. Es ya el año 1555 (4).

            - Y bajo la dirección espiritual de éste, le sobreviene el primer arrobamiento: "A mí me hizo mucho espanto, porque el movimiento del alma fue grande" (5).

            - A partir de esa gracia, comienza vida nueva en la afectividad y en las relaciones sociales de Teresa (6-8).


Los nuevos compañeros de viaje

            Entran en escena tres nuevos personajes, además del Caballero santo y el jesuita Diego de Cetina.

            Este último introduce en el grupo al "Padre Francisco, que era duque de Gandía y, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús". El futuro san Francisco de Borja había venido a Ávila en funciones de "comisario" de los jesuitas castellanos, enviado por el Fundador Ignacio de Loyola, que moriría poco después (1556).

            En una pausa de desconcierto, Teresa se había refugiado en casa de unos parientes ignotos. Pero poco después entabló relaciones con una eximia dama abulense, doña Guiomar de Ulloa, y se alojó en su casa. Doña Guiomar es viuda, madre de tres hijas. Había enviudado a los 25 años. Ahora intima con Teresa. Se integra en el grupo de "los cinco que al presente nos amamos en Cristo". Y desempeñará un papel decisivo en la fundación del primer Carmelo teresiano. Años más tarde, la misma Teresa recordará que fue en casa y en compañía de doña Guiomar donde ella compuso el poema de amor: "Oh Hermosura que excedéis / a todas las hermosuras...". Poema que glosaba los fervores de aquellos días.

            El último mencionado, pero de primera categoría, será el jesuita que toma el relevo del P. Cetina. Es el P. Juan de Prádanos, casi tan joven como su predecesor. (En 1555, Prádanos cumple los 26 años). Será confesor de Teresa al menos dos años, hasta que, en 1557, cae enfermo de gravedad y tiene que retirarse a la casa solariega de doña Guiomar en Aldea del Palo (Zamora).

            De ese pequeño grupo, los más perseverantes en la amistad fueron estos dos últimos. La más activa en el drama de los episodios que siguen será doña Guiomar. El P. Prádanos morirá en Valladolid a finales de 1597. Desde 1588 corrían en letra de molde las páginas del presente capítulo en la edición salmantina de fray Luis de León.


Resistir tanto... )Por qué?

            "Resistir" es, en el caso de Teresa, un gesto de sentido doble: psicológico y religioso.

            Resistiendo a las experiencias desbordantes que "le acaecen", Teresa evita el posible truco de hacerse cómplice de lo que dice le está ocurriendo. (Aun así, no se librará de los diagnósticos y denuncias de los tardíos psicólogos del XIX). Desde luego, ella hace todo el esfuerzo psicológico de que es capaz, para no incurrir en autocomplicidades subconscientes.

            Sus asesores, en cambio, la fuerzan a resistir por puro prejuicio religioso (o supersticioso). Temen insidiosos manejos del diablo, y que Teresa se preste o sucumba al juego. Incluso Cetina le impone "dos meses" de resistencia. Cesa ésta por fin cuando interviene san Francisco de Borja, hombre de autoridad y de experiencia. Para Teresa, vale sobre todo esta última: "Como quien iba bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia".

            Con todo, veremos más adelante nuevos y esforzados conatos de resistencia por parte de ella. Pero serán ya de signo diverso. Especialmente, cuando sus éxtasis y arrobamientos se perfilen en público, resistirá por puro sonrojo de la escena, o si se prefiere, por humildad. Lo comprobaremos en su lugar.

            Pero todo ello pone de manifiesto una cosa importante: que las experiencias místicas de Teresa no florecen en humus propicio, o sobre la cresta de una onda psicológica de aspiraciones y expectativas secretas. "Le acaecen" por obra de un agente que puede con ella. Desde el punto de vista psicológico, surgen más bien a contrapelo de las tendencias y pulsiones de su psique.


El problema de la afectividad

            La afectividad constituye, para Teresa, un verdadero problema espiritual. Lo resolvió a los 40 años. Y para resolverlo necesitó una gracia mística especial: el primer arrobamiento.

            Es el desenlace, casi inesperado, del pequeño drama contado en el presente capítulo. En resumen, Teresa habla de amistades profundas. Anónimas, como casi todos los personajes del relato. No eran amistades dudosas: "No ofendía a Dios con ellas", explicita la autora. Pero "era mucha afición, y parecíame a mí era ingratitud dejarlas". Pero implicaban dos inconvenientes: el demasiado asimiento afectivo, con las consiguientes pérdidas de tiempo; y la falta de libertad interior, quizás con inevitable dispersividad afectiva.

            En su conciencia pulsan reiterados requerimientos de liberación. Asegura ella que ha luchado sin lograrla; que ha luchado "haciéndome hartas veces tan gran fuerza, que me costaba harto de mi salud"; incluso ha objetado a su confesor que "pues no ofendía a Dios, que por qué había de ser desagradecida". Pero es éste quien le "ordena que lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno de Veni, Creator por que me diese luz".

            Es ahí donde irrumpe la gracia mística del arrobamiento, con unas palabras preceptivas y liberadoras, que en un primer momento la desconciertan -"a mí me hizo mucho espanto"-, pero que inmediatamente le producen la total liberación afectiva: "Ya aquí me dio el Señor libertad y fuerza para ponerlo por obra". "Dejó otra a su sierva".

            Notémoslo: en la afectividad de Teresa no se produce un barrido de amores humanos. Los tiene de hecho mientras escribe esta página. Y los tendrá, crecidos en intensidad y en número, toda su vida. Pero "amistad particular" ya no podrá tenerla sino centrada en Cristo.

            Su liberación afectiva ha sido, a la vez, unificadora. En adelante ella será una enamorada de Cristo. Centrada en Él, con amores radiales desde Él hacia innumerables amigos de los dos. Pero amigos y amistades convergentes no en ella sino en Él.


Las palabras del mandato interior

            Dentro del arrobamiento, Teresa percibió unas palabras pronunciadas en lo hondo de su ser: "Muy en el espíritu", nota ella.

            Más adelante explicará cómo es el fluir de esas palabras interiores, de qué estrato profundo proceden, qué grado de eficacia conllevan. Esta vez esas palabras tienen contenido simbólico: "No tener conversación con hombres sino con ángeles"; y llegan a ella con tenor de mandato perentorio: "Ya no quiero que...".

            Es posible, además, que en ellas hubiera tenues resonancias bíblicas. San Pablo, desde la cárcel, había escrito a los cristianos de Filipos: "Nuestra conversación sea en los cielos" (según la versión de la Vulgata del tiempo de Teresa).

            Pero lo importante en esas palabras interiores, según Teresa misma, no es tanto su contenido, sino su eficacia: obran lo que dicen; "sus palabras son obras"; quedan esculpidas; no se olvidan jamás.






            [1]. El confesor: Diego de Cetina.
            [2]. Premio, escribe la Santa, como en otros pasajes (3, 12).
            [3]. La misma casa: el monasterio de la Encarnación.
            [4]. Divertirme: distraerme.
            [5]. O sea: no estaba en mi mano, no dependía de mí.
            [6]. Es san Francisco de Borja. Primer personaje coetáneo que aparece en el relato con nombre propio. Más adelante saldrá también del anonimato Pedro de Alcántara (27, 16). ‑ El Padre Francisco había sido nombrado por San Ignacio Comisario para las Provincias de España (7.1.1554). Invitado por el cabildo de Ávila en Mayo de 1554, predicó en la Catedral uno de los días de la octava del Corpus (junio de 1554). Por esas fechas se encontraría con la Santa por vez primera. ‑ En la Rel. 5 asegura ella que *al P. Francisco... trató dos veces+. La segunda vez sería, probablemente, en 1557. En el proceso de beatificación de la Santa depuso la Duquesa de Gandía, Doña Juana de Velasco: *En especial se acuerda... haber oído que alababa el espíritu, vida y santidad de la dicha madre Teresa de Jesús el padre Francisco de Borja, que fue general de la Compañía de Jesús+ (BMC, t. 20, p. 262). ‑ Mi confesor y el caballero santo: eran Diego de Cetina y Francisco de Salcedo.
            [7]. El caballero: el mismo F. de Salcedo.
            [8]. El P. Diego de Cetina hubo de regresar a Salamanca para proseguir sus estudios.
            [9]. Una parienta mía: no es fácil de identificar.
            [10]. Una señora viuda: *Doña Guiomar de Ulloa, mujer que fue de Francisco de Ávila+, anota Gracián en su ejemplar. Ella y la Santa se habían conocido en la Encarnación, donde era monja Doña Aldonza de Guzmán, hermana de Doña Guiomar. Llegó a tener gran amistad con la Madre Teresa, *más estrecha amistad que pudiera tener con hermana+, escribiría la propia Santa a su hermano Lorenzo el 23.12.1561. De ella seguirá hablando la Santa en el resto del relato. En 1578 entró en el carmelo de San José, pero hubo de abandonar la vida carmelita por falta de salud.
            [11]. *El P. Prádanos+, anota Gracián en su ejemplar. El jesuita Juan de Prádanos, nacido en Calahorra (1528), se había ordenado sacerdote poco antes (1554), y pronto sería rector del Colegio de San Gil (1555. Murió en Valladolid el 4.11.1597).
            [12]. Es el himno litúrgico de la fiesta de Pentecostés, pero de recitación ordinaria fuera de esa fecha litúrgica. En 1556, Pentecostés se celebró el 24 de mayo; en 1557, el 6 de junio.
            [13]. Este primer arrobamiento ocurrió probablemente en 1556, o quizás en 1557. ‑ Compárese con otras *primeras gracias místicas+: cf. c. 19, 9: *primera palabra+; c. 7, 6: *primera visión+. ‑ La resistencia de la Santa a los arrobamientos duró dos años (c. 25, 15; c. 27, 1‑2) o *casi dos años+ (c. 25, 1).
            [14]. Ni ha sido en mi mano: no me ha sido posible. Deudos: familiares.
            [15]. Hacía muchos años.

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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)