17.2.12

Capítulo 5 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.

Libro de las Fundaciones          CAPÍTULO 5




En que se dicen algunos avisos para cosas de oración. Es muy provechoso para los que andan en cosas activas (1)[1].

1. No es mi intención ni pensamiento que será tan acertado lo que yo dijere aquí que se tenga por regla infalible, que sería desatino en cosas tan dificultosas. Como hay muchos caminos en este camino del espíritu, podrá ser acierte a decir de alguno de ellos algún punto. Si los que no van por él no lo entendieren, será que van por otro. Y si no aprovechare a ninguno, tomará el Señor mi voluntad, pues entiende que, aunque no todo he experimentado yo, en otras almas sí lo he visto.

2. Lo primero quiero tratar, según mi pobre entendimiento, en qué está la sustancia de la perfecta oración. Porque algunos he topado que les parece está todo el negocio en el pensamiento, y si éste pueden tener mucho en Dios, aunque sea haciéndose gran fuerza, luego les parece que son espirituales; y si se divierten (2)[2], no pudiendo más, aunque sea para cosas buenas, luego les viene gran desconsuelo y les parece que están perdidos. Estas cosas e ignorancias no las tendrán los letrados, aunque ya he topado con alguno en ellas. Mas para nosotras las mujeres, de todas estas ignorancias nos conviene ser avisadas. No digo que no es merced del Señor quien siempre puede estar meditando en sus obras, y es bien que se procure (3)[3]; mas hase de entender que no todas las imaginaciones son hábiles de su natural para esto, mas todas las almas lo son para amar. Ya otra vez escribí las causas de este desvarío de nuestra imaginación, a mi parecer (4)[4]; no todas, que será imposible, mas algunas. Y así no trato ahora de esto, sino querría dar a entender que el alma no es el pensamiento, ni la voluntad es mandada por él, que tendría harta mala ventura; por donde el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho.

3. ¿Cómo se adquirirá este amor? Determinándose a obrar y padecer, y hacerlo cuando se ofreciere. Bien es verdad que del pensar lo que debemos al Señor y quién es y lo que somos, se viene a hacer una alma determinada y que es gran mérito, y para los principios muy conveniente; mas entiéndese cuando no hay de por medio cosas que toquen en obediencia y aprovechamiento de los prójimos. Cualquiera de estas dos cosas que se ofrezcan, piden tiempo para dejar el que nosotros tanto deseamos dar a Dios, que a nuestro parecer es estarnos a solas pensando en Él y regalándonos con los regalos que nos da. Dejar esto por cualquiera de estas dos cosas, es regalarle y hacer por Él, dicho por su boca: "Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí". Y en lo que toca a la obediencia, no querrá que vaya por otro camino que Él quien bien le quisiere: obediens usque ad mortem (5)[5].

4. Pues si esto es verdad, ¿de qué procede el disgusto que por la mayor parte da cuando no se ha estado mucha parte del día muy apartados y embebidos en Dios, aunque andemos empleados en estotras cosas? A mi parecer, por dos razones: la una y más principal (6)[6], por un amor propio que aquí se mezcla, muy delicado; y así no se deja entender que es querernos más contentar a nosotros que a Dios. Porque está claro que, después que una alma comienza a gustar cuán suave es el Señor, que es más gusto estarse descansando el cuerpo sin trabajar y regalada el alma.

5. ¡Oh caridad de los que verdaderamente aman este Señor y conocen su condición! ¡Qué poco descanso podrán tener si ven que son un poquito de parte para que una alma sola se aproveche y ame más a Dios, o para darle algún consuelo, o para quitarla de algún peligro! ¡Qué mal descansará con este descanso particular suyo! Y cuando no puede con obras, con oración, importunando al Señor por las muchas almas que la lastima de ver que se pierden. Pierde ella su regalo, y lo tiene por bien perdido, porque no se acuerda de su contento, sino en cómo hacer más la voluntad del Señor. Y así es en la obediencia. Sería recia cosa que nos estuviese claramente diciendo Dios que fuésemos a alguna cosa que le importa, y no quisiésemos sino estarle mirando, porque estamos más a nuestro placer. ¡Donoso adelantamiento en el amor de Dios! Es atarle las manos con parecer que no nos puede aprovechar sino por un camino.

6. Conozco a algunas personas que de vista (dejado, como he dicho (7)[7], lo que yo he experimentado), que me han hecho entender esta verdad, cuando yo estaba con pena grande de verme con poco tiempo, y así las había lástima de verlas siempre ocupadas en negocios y cosas muchas les mandaba la obediencia; y pensaba yo en mí, y aun se lo decía, que no era posible entre tanta barahúnda crecer el espíritu, porque entonces no tenían mucho. ¡Oh Señor, cuán diferentes son vuestros caminos de nuestras torpes imaginaciones! (8)[8] ¡Y cómo de un alma que está ya determinada a amaros y dejada en vuestras manos, no queréis otra cosa sino que obedezca y se informe bien de lo que es más servicio vuestro, y eso desee! No ha menester ella buscar los caminos ni escogerlos, que ya su voluntad es vuestra. Vos, Señor mío, tomáis ese cuidado de guiarla por donde más se aproveche. Y aunque el prelado no ande con este cuidado de aprovecharnos el alma, sino de que se hagan los negocios que le parece conviene a la comunidad, Vos, Dios mío, le tenéis y vais disponiendo el alma y las cosas que se tratan de manera que, sin entender cómo, nos hallamos con espíritu y gran aprovechamiento, que nos deja después espantadas.

7. Así lo estaba una persona que ha pocos días que hablé, que la obediencia le había traído cerca de quince años tan trabajado en oficios y gobiernos, que en todos éstos no se acordaba de haber tenido un día para sí, aunque él procuraba lo mejor que podía algunos ratos al día de oración y de traer limpia conciencia. Es un alma de las más inclinadas a obediencia que yo he visto, y así la pega a cuantas trata. Hale pagado bien el Señor, que, sin saber cómo, se halló con aquella libertad de espíritu tan preciada y deseada que tienen los perfectos, adonde se halla toda la felicidad que en esta vida se puede desear; porque, no queriendo nada, lo poseen todo. Ninguna cosa temen ni desean de la tierra, ni los trabajos las turban, ni los contentos las hacen movimiento. En fin, nadie la puede quitar la paz, porque ésta de sólo Dios depende. Y como a Él nadie le puede quitar, sólo temor de perderle puede dar pena, que todo lo demás de este mundo es, en su opinión, como si no fuese, porque ni le hace ni le deshace para su contento. ¡Oh dichosa obediencia y distracción por ella, que tanto pudo alcanzar!

8. No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.

9. Acuérdome que me contó un religioso que había determinado y puesto muy por sí que ninguna cosa le mandase el prelado que dijese de no, por trabajo que le diese; y un día estaba hecho pedazos de trabajar, y ya tarde, que no se podía tener, e iba a descansar sentándose un poco, y topole el prelado y díjole que tomase el azadón y fuese a cavar a la huerta. El calló, aunque bien afligido el natural, que no se podía valer; tomó su azadón, y yendo a entrar por un tránsito que había en la huerta (que yo vi muchos años después que él me lo había contado, que acerté a fundar en aquel lugar una casa), se le apareció nuestro Señor con la cruz a cuestas, tan cansado y fatigado, que le dio bien a entender que no era nada el que él tenía en aquella comparación.

10. Yo creo que, como el demonio ve que no hay camino que más presto lleve a la suma perfección que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades debajo de color de bien. Y esto se note bien y verán claro que digo verdad. En lo que está la suma perfección claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profecía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios que ninguna cosa entendamos que quiere que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Majestad. Esto parece dificultosísimo, no el hacerlo, sino este contentarnos con lo que de en todo en todo nuestra voluntad contradice conforme a nuestro natural; y así es verdad que lo es. Mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces. Y de esta manera aman los que han llegado aquí las persecuciones y deshonras y agravios. Esto es tan cierto y está tan sabido y llano, que no hay para qué me detener en ello.

11. Lo que pretendo dar a entender es la causa que la obediencia, a mi parecer, hace más presto, o es el mayor medio que hay para llegar a este tan dichoso estado. Es que como en ninguna manera somos señores de nuestra voluntad, para pura y limpiamente emplearla toda en Dios, hasta que la sujetamos a la razón, es la obediencia el verdadero camino para sujetarla. Porque esto no se hace con buenas razones; que nuestro natural y amor propio tiene tantas, que nunca llegaríamos allá. Y muchas veces, lo que es mayor razón, si no lo hemos gana, nos hace parecer disparate con la gana que tenemos de hacerlo (9)[9].

12. Había tanto que decir aquí, que no acabaríamos de esta batalla interior, y tanto lo que pone el demonio y el mundo y nuestra sensualidad para hacernos torcer la razón.

¿Pues qué remedio? Que así como acá en un pleito muy dudoso se toma un juez y lo ponen en manos las partes, cansados de pleitear, tome nuestra alma uno, que sea el prelado o confesor, con determinación de no traer más pleito ni pensar más en su causa, sino fiar de las palabras del Señor que dice: "A quien a vosotros oye, a mí me oye" (10)[10], y descuidar de su voluntad. Tiene el Señor en tanto este rendimiento (y con razón, porque es hacerle señor del libre albedrío que nos ha dado), que ejercitándonos en esto, una vez deshaciéndonos, otra vez con mil batallas, pareciéndonos desatino lo que se juzga en nuestra causa, venimos a conformarnos con lo que nos mandan con este ejercicio penoso; mas con pena o sin ella, en fin lo hacemos, y el Señor ayuda tanto de su parte, que por la misma causa que sujetamos nuestra voluntad y razón por Él, nos hace señores de ella. Entonces, siendo señores de nosotros mismos, nos podemos con perfección emplear en Dios, dándole la voluntad limpia para que la junte con la suya, pidiéndole que venga fuego del cielo de amor suyo que abrase este sacrificio, quitando todo lo que le puede descontentar (11)[11]; pues ya no ha quedado por nosotros, que, aunque con hartos trabajos, le hemos puesto sobre el altar, que, en cuanto ha sido en nosotros, no toca en la tierra.

13. Está claro que no puede uno dar lo que no tiene, sino que es menester tenerlo primero. Pues, créanme que, para adquirir este tesoro, que no hay mejor camino que cavar y trabajar para sacarle de esta mina de la obediencia; que mientras más caváremos, hallaremos más, y mientras más nos sujetáremos a los hombres, no teniendo otra voluntad sino la de nuestros mayores, más estaremos señores de ella para conformarla con la de Dios.

Mirad, hermanas, si quedará bien pagado el dejar el gusto de la soledad. Yo os digo que no por falta de ella dejaréis de disponeros para alcanzar esta verdadera unión que queda dicha, que es hacer mi voluntad una con la de Dios. Esta es la unión que yo deseo y querría en todas, que no unos embebecimientos muy regalados que hay, a quien tienen puesto nombre de unión, y será así siendo después de ésta que dejo dicha. Mas si después de esa suspensión queda poca obediencia y propia voluntad, unida con su amor propio, me parece a mí que estará que no con la voluntad de Dios. Su Majestad sea servido de que yo lo obre como lo entiendo.

14. La segunda causa (12)[12] que me parece causa este sinsabor, es que como en la soledad hay menos ocasiones de ofender al Señor (que algunas, como en todas partes están los demonios y nosotros mismos, no pueden faltar), parece anda el alma más limpia; que si es temerosa de ofenderle, es grandísimo consuelo no haber en qué tropezar. Y, cierto, ésta me parece a mí más bastante razón para desear no tratar con nadie que la de grandes regalos y gustos de Dios.

15. Aquí, hijas mías, se ha de ver el amor, que no a los rincones, sino en mitad de las ocasiones. Y creedme que, aunque haya más faltas y aun algunas pequeñas quiebras, que sin comparación es mayor ganancia nuestra. Miren que siempre hablo presuponiendo andar en ellas por obediencia o caridad; que a no haber esto de por medio, siempre me resumo en que es mejor la soledad, y aun que hemos de desearla, aun andando en lo que digo; a la verdad, este deseo él anda continuo en las almas que de veras aman a Dios. Por lo que digo que es ganancia, es porque se nos da a entender quién somos y hasta dónde llega nuestra virtud. Porque una persona siempre recogida, por santa que a su parecer sea (13)[13], no sabe si tiene paciencia ni humildad, ni tiene cómo lo saber. Como si un hombre fuese muy esforzado, ¿cómo se ha de entender, si no se ha visto en batalla? San Pedro harto le parecía que era, mas miren lo que fue en la ocasión; mas salió de aquella quiebra no confiando nada de sí, y de allí vino a ponerla en Dios, y pasó después el martirio que vimos.

16. ¡Oh válgame Dios, si entendiésemos cuánta miseria es la nuestra! En todo hay peligro, si no la entendemos. Y a esta causa nos es gran bien que nos manden cosas para ver nuestra bajeza. Y tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración. ¡Cuánto más que el verdadero amante en toda parte ama y siempre se acuerda del amado! Recia cosa sería que sólo en los rincones se pudiese traer oración. Ya veo yo que no puede ser muchas horas; mas, ¡oh Señor mío!, ¡qué fuerza tiene con Vos un suspiro salido de las entrañas de pena por ver que no basta que estamos en este destierro, sino que aun no nos den lugar para eso que podríamos estar a solas gozando de Vos! (14)[14].

17. Aquí se ve bien que somos esclavos suyos, vendidos por su amor de nuestra voluntad a la virtud de la obediencia, pues por ella dejamos, en alguna manera, de gozar al mismo Dios. Y no es nada, si consideramos que Él vino del seno del Padre por obediencia a hacerse esclavo nuestro. ¿Pues con qué se podrá pagar ni servir esta merced? Es menester andar con aviso de no descuidarse de manera en las obras, aunque sean de obediencia y caridad, que muchas veces no acudan a lo interior a su Dios. Y créanme que no es el largo tiempo el que aprovecha el alma en la oración; que cuando le emplean tan bien en obras, gran ayuda es para que en muy poco espacio tenga mejor disposición para encender el amor, que en muchas horas de consideración. Todo ha de venir de su mano. Sea bendito por siempre jamás.


COMENTARIO AL CAPÍTULO 5

De la sustancia de la perfecta oración

Según el título del capítulo, en él se trataría, genéricamente, de dar "algunos avisos sobre cosas de oración". Pero lo precisará mejor al comienzo del texto: "Lo primero, quiero tratar en qué está la sustancia de la perfecta oración" (n. 2).

Seguirá planteándose otros interrogantes: "Cómo se adquiere el amor", que es el alma de la oración y de la perfección (n. 3). "De qué procede el disgusto" o la desazón al interrumpir la oración para "emplearse en otras cosas" (n. 4). "Qué remedio" hay para acabar con "esta batalla interior" (n. 12), etc.

A ello se debe quizá que la exposición sea ondulante y salpicada de digresiones. Un sencillo esquema podría destacar los tres o cuatro puntos más salientes:

         - Tema fundamental: en qué consiste la perfecta oración (nn. 2‑3);
         - Cómo compaginar la oración en soledad con el servicio a los otros (nn. 4‑9);
         - El gran medio o remedio: la obediencia y el amor a los hermanos (nn. 3 y 10‑17);
         - Todo ello, salpicado de ejemplos, lemas bíblicos y exquisitos axiomas de vida espiritual.

La sustancia de la oración perfecta es el primer tema tratado, después de asegurar previamente que "hay muchos caminos en el camino del espíritu". Uno de ellos, el de la oración en la vida contemplativa. Pero interesa entender bien que la oración ‑al menos la oración perfecta o contemplativa‑ no consiste "en pensar mucho sino en amar mucho". Y este amor se adquiere "determinándonos a obrar y padecer, y hacerlo cuando se ofreciere" la ocasión (nn. 2‑3). De esa suerte la oración conduce a la perfección en sí misma, que consistirá en la plena conformidad de amor con la voluntad de Dios y en la unión a Él.

Junto con la oración, "la obediencia y el aprovechamiento (o servicio) de los prójimos". No olvidemos que la Santa escribe, ante todo, para carmelitas contemplativas, si bien imparte su lección a todos. A ellas, en este libro les reitera el primado de la obediencia: desde el prólogo y el capítulo primero. Aquí les propone la obediencia en su doble función de vida consagrada comunitaria y de oración profunda. En el primer aspecto, la obediencia sirve de medianera para ajustarse a la voluntad de Dios, alegando el texto de Jesús: "Quien a vosotros oye, a mí me oye". Pero insiste más en su necesidad para el desarrollo de la oración profunda, que necesita discernimiento, y para ello requiere un maestro asesor o un superior competente.

Para la Santa no existe el dilema "oración/acción". El orante, aun el más sumergido en el regusto de la oración "a solas", debe estar dispuesto al servicio, cuando la ocasión o la obediencia o el simple amor a los hermanos lo requiera. Y ello, aunque sienta disgusto en interrumpir la oración y la soledad para afrontar un servicio, por más humilde que sea, que "si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándonos en lo interior y exterior".

Y para refrendarlo desde la experiencia, Teresa alude a su caso personal y alega tres episodios concretos, ampliamente comentados en los números 6, 7 y 8, coronándolos con el supremo ejemplo de Jesús, modelo de obediencia al Padre, "obediens usque ad mortem" (n. 3, y número final).

De suerte que las tres líneas de fuerza desarrolladas en el capítulo son: oración, obediencia y amor. Avaladas, como siempre en el libro, con una serie de axiomas espirituales. Basta señalar los más perentorios:

         - "Que no todas las imaginaciones son hábiles, de su natural, para pensar, mas todas las almas lo son (hábiles) para amar" (n. 2);
         - "Querría dar a entender que el alma no es el pensamiento, ni la voluntad es mandada por él, que tendría harta malaventura" (n. 2), es decir, que la voluntad es autónoma y libre, capaz de mandar y decidir por sí misma;
         - "El aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho" (n. 2);
         - "¡Oh Señor, cuán diferentes son vuestros caminos de nuestras torpes imaginaciones!" (n. 6);
         - "Esta fuerza tiene el amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos" (n. 10);
         - "Aquí, hijas mías, se ha de ver el amor, no en los rincones sino en mitad de las ocasiones" (n. 15);
         - "El verdadero amante en toda parte ama, y siempre se acuerda del amado" (n. 16);
         - "Recia cosa sería que sólo en los rincones se pudiese tener oración" (n. 16);
         - "En lo que está la suma perfección... no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profecía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo..." (n.10);
         - "Ésta es la unión que yo deseo y querría en todas" (n.13). "Todo ha de venir de su mano. Sea bendito por siempre jamás" (n. 17);

NOTAS

1. En el autógrafo teresiano de las Fundaciones, las páginas de este capítulo y del anterior están tupidas de tachas y correcciones del P. Gracián, que consiguientemente deformaron el texto de la Santa en la edición príncipe, dirigida por él (Bruselas 1610, pp. 31‑44).

2. En el presente capítulo, la Santa alega textualmente tres citas bíblicas, todas ellas de fondo cristológico: la primera sobre el carácter cristológico del amor fraterno: "Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, por mí lo hicisteis" (Mt 25, 40); la segunda sobre la ejemplaridad de la obediencia de Jesús al Padre: "Obediens usque ad mortem" (FlP. 2, 8); la tercera sobre el contenido cristológico de la obediencia como virtud cristiana: "Quien a vosotros oye, a mí me oye" (Lc 10, 16).


[1] En que se dicen algunos avisos para cosas de oración y revelaciones, era el título que escribió la Santa. Luego -probablemente en vista de que en todo el capítulo no había tratado de las segundas-, tachó y revelaciones, y completó el epígrafe.
[2] Se divierten: se distraen.
[3] Gracián quiso dar claridad a la frase, reformándola en el autógrafo mismo: «poder siempre tener ocupado el pensamiento pensando en Él».
[4] En Vida, c. 17, nn. 5-7; Camino, c. 31, n. 8: Moradas IV, c. 1, n. 8.
[5] Mt 25, 40 y Flp 2, 8.
[6] La segunda razón, en el n. 14.
[7] Alude a lo dicho en el n. 1. - La frase podría ordenarse: «conozco de vista algunas personas que...».
[8] Torpes: tachado en el autógrafo, quizá por la Santa.
[9] Frase obscura; la Santa había escrito: si lo hemos gana, nos hace parecer disparate la gana que tenemos de hacerlo. Para aclararla, ella misma añadió no (si no la hemos gana) y con (con la gana...), pero sin gran éxito.
[10] Lc 10, 16.
[11] Alusión a 1Re 18, 20ss.
[12] Véase el contexto y la primera causa en el n. 4.
[13] A su parecer: lo agregó entre líneas ella misma.
[14] Muy a su placer apostilló Gracián este pasaje en el autógrafo: «¡Buen consuelo para los ocupados en obras de caridad!».


LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS

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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)