28.4.12

Capítulo 14 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 

Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 14


Prosigue en la fundación de la primera casa de los descalzos carmelitas. Dice algo de la vida que allí hacían, y del provecho que comenzó a hacer nuestro Señor en aquellos lugares, a honra y gloria de Dios.

1. Como yo tuve estas dos voluntades (1)[1], ya me parecía no me faltaba nada. Ordenamos que el padre fray Juan de la Cruz fuese a la casa, y lo acomodase de manera que comoquiera pudiesen entrar en ella (2)[2]; que toda mi prisa era hasta que comenzasen, porque tenía gran temor no nos viniese algún estorbo; y así se hizo. El padre fray Antonio ya tenía algo allegado de lo que era menester; ayudábamosle lo que podíamos, aunque era poco. Vino allí a Valladolid a hablarme con gran contento y díjome lo que tenía allegado, que era harto poco; sólo de relojes iba proveído, que llevaba cinco, que me cayó en harta gracia. Díjome que para tener las horas concertadas, que no quería ir desapercibido; creo aún no tenía en qué dormir.


2. Tardose poco en aderezar la casa, porque no había dinero, aunque quisieran hacer mucho. Acabado, el padre fray Antonio renunció su priorazgo con harta voluntad y prometió la primera Regla; que aunque le decían lo probase primero, no quiso. Íbase a su casita con el mayor contento del mundo. Ya fray Juan estaba allá.

3. Dicho me ha el padre fray Antonio que cuando llegó a vista del lugarcillo, le dio un gozo interior muy grande y le pareció que había ya acabado con el mundo en dejarlo todo y meterse en aquella soledad; adonde al uno y al otro no se les hizo la casa mala, sino que les parecía estaban en grandes deleites (3)[3].

4. ¡Oh, válgame Dios! ¡Qué poco hacen estos edificios y regalos exteriores para lo interior! Por su amor os pido, hermanas y padres míos, que nunca dejéis de ir muy moderados en esto de casas grandes y suntuosas. Tengamos delante nuestros fundadores verdaderos, que son aquellos santos padres de donde descendimos, que sabemos que por aquel camino de pobreza y humildad gozan de Dios.

5. Verdaderamente he visto haber más espíritu y aun alegría interior cuando parece que no tienen los cuerpos cómo estar acomodados, que después que ya tienen mucha casa y lo están. Por grande que sea, ¿qué provecho nos trae, pues sólo de una celda es lo que gozamos continuo? Que ésta sea muy grande y bien labrada, ¿qué nos va? Sí, que no hemos de andar mirando las paredes. Considerado que no es la casa que nos ha de durar para siempre, sino tan breve tiempo como es el de la vida por larga que sea, se nos hará todo suave viendo que mientras menos tuviéremos acá, más gozaremos en aquella eternidad, adonde son las moradas conforme al amor con que hemos imitado la vida de nuestro buen Jesús. Si decimos que son estos principios para renovar la Regla de la Virgen su Madre, y Señora y Patrona nuestra, no la hagamos tanto agravio, ni a nuestros santos padres pasados, que dejemos de conformarnos con ellos. Ya que por nuestra flaqueza en todo no podamos, en las cosas que no hace ni deshace para sustentar la vida habíamos de andar con gran aviso; pues todo es un poquito de trabajo sabroso, como le tenían estos dos padres; y en determinándonos de pasarlo, es acabada la dificultad, que toda es la pena un poquito al principio.

6. Primero o segundo domingo de adviento de este año de 1568 (que no me acuerdo cuál de estos domingos fue), se dijo la primera misa en aquel portalito de Belén, que no me parece era mejor (4)[4]. La cuaresma adelante, viniendo a la fundación de Toledo, me vine por allí. Llegué una mañana. Estaba el padre fray Antonio de Jesús barriendo la puerta de la iglesia, con un rostro de alegría que tiene él siempre. Yo le dije: «¿qué es esto, mi padre?, ¿qué se ha hecho la honra?». Díjome estas palabras, diciéndome el gran contento que tenía: «Yo maldigo el tiempo que la tuve».

Como entré en la iglesia, quedeme espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí. Y no era yo sola, que dos mercaderes que habían venido de Medina hasta allí conmigo, que eran mis amigos, no hacían otra cosa sino llorar. ¡Tenía tantas cruces, tantas calaveras! Nunca se me olvida una cruz pequeña de palo que tenía para el agua bendita, que tenía en ella pegada una imagen de papel con un Cristo que parecía ponía más devoción que si fuera de cosa muy bien labrada.

7. El coro era el desván, que por mitad estaba alto, que podían decir las horas; mas habíanse de abajar mucho para entrar y para oír misa. Tenían a los dos rincones, hacia la iglesia, dos ermitillas, adonde no podían estar sino echados o sentados, llenas de heno (porque el lugar era muy frío y el tejado casi les daba sobre las cabezas), con dos ventanillas hacia el altar y dos piedras por cabeceras, y allí sus cruces y calaveras. Supe que después que acababan maitines hasta prima no se tornaban a ir, sino allí se quedaban en oración, que la tenían tan grande, que les acaecía ir con harta nieve las hábitos cuando iban a prima y no lo haber sentido. Decían sus horas con otro padre de los del paño, que se fue con ellos a estar, aunque no mudó hábito, porque era muy enfermo, y otro fraile mancebo, que no era ordenado, que también estaba allí (5)[5].

8. Iban a predicar a muchos lugares que están por allí comarcanos sin ninguna doctrina, que por esto también me holgué se hiciese allí la casa; que me dijeron, que ni había cerca monasterio ni de dónde la tener, que era gran lástima. En tan poco tiempo era tanto el crédito que tenían, que a mí me hizo grandísimo consuelo cuando lo supe. Iban –como digo– a predicar legua y media, dos leguas, descalzos (que entonces no traían alpargatas, que después se las mandaron poner), y con harta nieve y frío; y después que habían predicado y confesado, se tornaban bien tarde a comer a su casa. Con el contento, todo se les hacía poco.

9. De esto de comer tenían muy bastante, porque de los lugares comarcanos los proveían más de lo que habían menester; y venían allí a confesar algunos caballeros que estaban en aquellos lugares, adonde los ofrecían ya mejores casas y sitios. Entre éstos fue uno don Luis, señor de las cinco villas (6)[6]. Este caballero había hecho una iglesia para una imagen de nuestra Señora, cierto bien digna de poner en veneración. Su padre la envió desde Flandes a su abuela o madre (que no me acuerdo cuál), con un mercader. Él se aficionó tanto a ella, que la tuvo muchos años, y después, a la hora de la muerte, mandó se la llevasen. Es un retablo grande, que yo no he visto en mi vida (y otras muchas personas dicen lo mismo) cosa mejor. El padre fray Antonio de Jesús, como fue a aquel lugar a petición de este caballero y vio la imagen; aficionóse tanto a ella, y con mucha razón, que aceptó de pasar allí el monasterio (7)[7]. Llámase este lugar Mancera. Aunque no tenía ningún agua de pozo, ni de ninguna manera parecía la podían tener allí, labroles este caballero un monasterio conforme a su profesión, pequeño, y dio ornamentos. Hízolo muy bien.

10. No quiero dejar de decir cómo el Señor les dio agua, que se tuvo por cosa de milagro. Estando un día después de cenar el padre fray Antonio, que era prior, en la claustra con sus frailes hablando en la necesidad de agua que tenían, levantose el prior y tomó un bordón que traía en las manos e hizo en una parte de él la señal de la cruz, a lo que me parece, aunque no me acuerdo bien si hizo cruz; mas, en fin, señaló con el palo y dijo: «Ahora, cavad aquí». A muy poco que cavaron, salió tanta agua, que aun para limpiarle es dificultoso de agotar; y agua de beber muy buena, que toda la obra han gastado de allí, y nunca –como digo– se agota. Después que cercaron una huerta, han procurado tener agua en ella y hecho noria y gastado harto. Hasta ahora, cosa que sea nada, no la han podido hallar.

11. Pues como yo vi aquella casita, que poco antes no se podía estar en ella, con un espíritu, que a cada parte –me parece– que miraba, hallaba con qué me edificar, y entendí de la manera que vivían y con la mortificación y oración y el buen ejemplo que daban, porque allí me vino a ver un caballero y su mujer que yo conocía, que estaba en un lugar cerca, y no me acababan de decir de su santidad y el gran bien que hacían en aquellos pueblos, no me hartaba de dar gracias a nuestro Señor, con un gozo interior grandísimo, por parecerme que veía comenzado un principio para gran aprovechamiento de nuestra Orden y servicio de nuestro Señor. Plega a Su Majestad que lleve adelante, como ahora van, que mi pensamiento será bien verdadero.

Los mercaderes que habían ido conmigo me decían que por todo el mundo no quisieran haber dejado de venir allí. ¡Qué cosa es la virtud, que más les agradó aquella pobreza que todas las riquezas que ellos tenían, y les hartó y consoló su alma!

12. Después que tratamos aquellos padres y yo algunas cosas, en especial –como soy flaca y ruin– les rogué mucho no fuesen en las cosas de penitencia con tanto rigor, que le llevaban muy grande; y como me había costado tanto de deseo y oración que me diese el Señor quien lo comenzase y veía tan buen principio, temía no buscase el demonio cómo los acabar antes que se efectuase lo que yo esperaba. Como imperfecta y de poca fe, no miraba que era obra de Dios y Su Majestad la había de llevar adelante. Ellos, como tenían estas cosas que a mí me faltaban, hicieron poco caso de mis palabras para dejar sus obras; y así me fui con harto grandísimo consuelo, aunque no daba a Dios las alabanzas que merecía tan gran merced.

Plega a Su Majestad, por su bondad, sea yo digna de servir en algo lo muy mucho que le debo, amén; que bien entendía era ésta muy mayor merced que la que me hacía en fundar casas de monjas.

 Notas del Capítulo 14

            [1] Fray Juan de la Cruz y fray Antonio.
            [2] Salió para Duruelo a fines de septiembre de 1568.
            [3] El P. Antonio llegó a Duruelo el 27/11/1568.
            [4] Fue probablemente el primer domingo de adviento (29/11/1568). – En la frase siguiente, datando la propia visita a los descalzos de Duruelo, comenzó la Santa a escribir la primera semana, palabras que luego tachó. Sin embargo, la visita acaeció hacia la primera semana de cuaresma del 1569: el 22 de febrero salió de Valladolid para Toledo, pasando por Medina, Duruelo y Ávila. El 23 del mismo mes fue aquel año miércoles de ceniza: por tanto, los fundadores de Duruelo fueron sorprendidos en pleno fervor de su primera cuaresma reformada...
            [5] Eran estos: el P. Lucas de Celis y el Hno. José de Cristo.
            [6] Las cinco villas: Salmoral, Naharros, San Miguel, Montalvo y Gallegos. Dos hijos de D. Luis fueron carmelitas: Enrique e Isabel.
            [7] El traslado a Mancera de Abajo se hizo el 11 de junio de 1570.


COMENTARIO AL CAPÍTULO 14

Fundación de descalzos en Duruelo

Es uno de los capítulos más apasionados y emocionantes del libro. La Santa lo escribe embelesada por el recuerdo de los dos pioneros de Duruelo. Inicia el relato recordándolos: "Como yo tuve estas dos voluntades, ya me parecía no me faltaba nada". Está "espantada del espíritu que el Señor ha puesto en la casita" (nn. 2 y 11), en "aquel portalito de Belén, que no me parece era mejor" (n. 6), conmovida como los mercaderes, que lloran de emoción (ib), convencida de que "era esta (fundación) muy mayor merced que la que me hacía (el Señor) en fundar casas de monjas" (n. 12).

Lo expone en una serie de estampas transidas de emoción:

         – Los dos fundadores: fray Juan de la Cruz y fray Antonio (n. 1);
         – "La casita" y el tenor de vida en ella (nn. 2‑5);
         – Inauguración, visita de la Santa, vida litúrgica en la casa (nn. 6‑7);
         – Predicación, buen ejemplo, fama en la comarca (nn. 9‑12);
         – Presagio del traslado a Mancera (n. 10).

El capítulo es como una partitura en dos actos. Primero, el estreno de Duruelo, o como ella dice, "los principios" de algo importante que presiente va a suceder en el grupo. Y en un segundo momento, la visita de la Santa y su visto bueno al escenario conventual.

Estrena la casita fray Juan, encargado de convertir la alquería en convento. Probablemente a él se debe la limpieza del portal, ahora convertido en iglesia, el arreglo del desván para coro, el decorado de la casa con estampas y cruces y... calaveras. Para fray Antonio queda el barrido de la antepuerta de la iglesia y el aporte de relojes para tener las horas "concertadas". Los acompañarán luego otros dos carmelitas, necesarios para hacer comunidad.

Pero lo más importante son las dos o tres pinceladas que dan colorido al cuadro: ante todo, la alegría, el contento incontenible ("un gozo interior muy grande", el reiterado "gran contento"); la pobreza absoluta, como si "aquellos principios" surgieran de la nada; y una nota inaferrable: el "espíritu" que se respira en aquel ambiente.

La casita había sido inaugurada en un domingo de adviento, no sin cierto simbolismo esperanzador. En cambio, la visita de la Santa y sus amigos mercaderes sobreviene "la cuaresma adelante", en tiempo penitencial.

El primer impacto es de sorpresa al topar al nuevo prior barriendo. Y luego de espanto: "Como entré en la iglesita, quedeme espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí" (n. 6). En el léxico de la Santa, el vocablo "espantar/espantarse" sirve para expresar la estupefacción, el colmo del asombro. ¿Quería eso decir que fray Juan de la Cruz y fray Antonio habían desbordado el límite de sus expectativas? "Nunca se me olvida una cruz pequeña de palo que tenían para el agua bendita, que tenía en ella pegada una imagen de papel con un Cristo que parecía ponía más devoción que si fuera de cosa muy bien labrada" (n. 6). La cruz de palo y la imagen de papel eran, de seguro, obra de fray Juan de la Cruz.

Los detalles que más destaca la Santa en "aquellos principios" son a vuelapluma, la evocación del portalito de Belén y de "nuestros santos padres pasados", así como de "la Regla de la Virgen su Madre, Señora y Patrona nuestra"; la pobreza de la casa y la inagotable alegría de sus moradores; el espíritu de oración y la celebración de la liturgia; la extrema mortificación –"tanto rigor", que llega a provocar el temor de la Santa–; la irradiación pastoral y el buen ejemplo en el entorno...

Y todavía tres detalles finales, netamente teresianos: la fundación –dice– "me había costado tanto de deseo y oración (para) que me diese el Señor quien lo comenzase". Todo "era obra de Dios y Su Majestad la había de llevar adelante". Y de nuevo, la alabanza al Señor por "lo muy mucho que le debo, amén" (n. 12)

NOTAS del Comentario:

1. Marco cronológico:
         – Fray Juan de la Cruz "ya estaba allí" (en Duruelo) en octubre‑noviembre de 1568. El P. Antonio llega más tarde, en fecha incierta.
         – La inauguración del convento se hace el 28 de noviembre.
         – La visita de la Santa sucede a principios de la cuaresma de 1569 (finales de febrero).
         – El traslado de la fundación a Mancera: el 11 de junio de 1570; Duruelo había sobrevivido año y medio.

2. Personas citadas en el capítulo:
         – Ante todo los cuatro moradores de Duruelo: PP. Antonio y fray Juan de la Cruz; otro P. carmelita enfermo, por nombre Lucas de Celis, "que no mudó hábito", y un cuarto carmelita, joven diácono, por nombre José de Cristo.
         – Don Luis de Toledo, "señor de las Cinco Villas", dueño del fastuoso retablo de la iglesia de Mancera, y gran bienhechor de los Descalzos.
         – Dos mercaderes anónimos de Medina, amigos de la Santa.
         – La Madre Teresa, que viaja de Medina a Ávila, camino de Toledo, y va acompañada de otra carmelita.
 

LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS



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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)