20.5.12

Capítulo 17 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 

Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 17



Que trata de la fundación de los monasterios de Pastrana, así de frailes como de monjas. Fue en el mismo año de 1570, digo 1569 (1)[1].

1. Pues habiendo –luego que se fundó la casa de Toledo, desde a quince días, víspera de Pascua del Espíritu Santo– (2)[2] de acomodar la iglesia y poner redes y cosas, que había habido harto que hacer (porque, como he dicho, casi un año estuvimos en esta casa), y cansada aquellos días de andar con oficiales, había acabádose todo. Aquella mañana, sentándonos en refectorio a comer, me dio tan gran consuelo de ver que ya no tenía qué hacer y que aquella Pascua podía gozarme con nuestro Señor algún rato, que casi no podía comer, según se sentía mi alma regalada.

2. No merecí mucho este consuelo, porque, estando en esto, me vienen a decir que está allí un criado de la princesa de Éboli, mujer de Ruy Gómez de Silva. Yo fui allá, y era que enviaba por mí, porque había mucho que estaba tratado entre ella y mí de fundar un monasterio en Pastrana. Yo no pensé que fuera tan presto. A mí me dio (3)[3] pena, porque tan recién fundado el monasterio y con contradicción, era mucho peligro dejarle, y así me determiné luego a no ir y se lo dije. Él díjome que no se sufría, porque la princesa estaba ya allá y no iba a otra cosa, que era hacerle afrenta. Con todo eso, no me pasaba por pensamiento de ir, y así le dije que se fuese a comer y que yo escribiría a la princesa y se iría. Él era hombre muy honrado y, aunque se le hacía de mal, como yo le dije las razones que había, pasaba por ello.

3. Las monjas para estar en el monasterio acababan de venir. En ninguna manera veía cómo se poder dejar tan presto. Fuime delante del Santísimo Sacramento para pedir al Señor escribiese de suerte que no se enojase, porque nos estaba muy mal, a causa de comenzar entonces los frailes, y para todo era bueno tener a Ruy Gómez (4)[4], que tanta cabida tenía con el Rey y con todos; aunque de esto no me acuerdo si se me acordaba, mas bien sé que no la quería disgustar. Estando en esto, fueme dicho de parte de nuestro Señor que no dejase de ir, que a más iba que a aquella fundación, y que llevase la Regla y Constituciones.

4. Yo, como esto entendí, aunque veía grandes razones para no ir, no osé sino hacer lo que solía en semejantes cosas, que era regirme (5)[5] por el consejo del confesor. Y así le envié a llamar, sin decirle lo que había entendido en la oración (porque con esto quedo más satisfecha siempre), sino suplicando al Señor les dé luz, conforme a lo que naturalmente pueden conocer; y Su Majestad, cuando quiere se haga una cosa, se lo pone en corazón. Esto me ha acaecido muchas veces. Así fue en esto, que, mirándolo todo, le pareció fuese, y con eso me determiné a ir.

5. Salí de Toledo segundo día de Pascua de Espíritu Santo. Era el camino por Madrid, y fuímonos a posar mis compañeras y yo a un monasterio de franciscas con una señora que le hizo y estaba en él, llamada doña Leonor Mascareñas, aya que fue del rey, muy sierva de nuestro Señor, adonde yo había posado otras veces por algunas ocasiones que se había ofrecido pasar por allí, y siempre me hacía mucha merced (6)[6].

6. Esta señora me dijo que se holgaba viniese a tal tiempo, porque estaba allí un ermitaño que me deseaba mucho conocer, y que le parecía que la vida que hacían él y sus compañeros conformaba mucho con nuestra Regla. Yo, como tenía solos dos frailes, vínome el pensamiento que si pudiese que éste lo fuese, que sería gran cosa; y así la supliqué procurase que nos hablásemos. Él posaba en un aposento que esta señora le tenía dado, con otro hermano mancebo, llamado fray Juan de la Miseria, gran siervo de Dios y muy simple en las cosas del mundo (7)[7]. Pues comunicándonos entrambos, me vino a decir que quería ir a Roma.

7. Antes que pase adelante, quiero decir lo que sé de este padre, llamado Mariano de San Benito (8)[8]. Era de nación italiana, doctor y de muy gran ingenio y habilidad. Estando con la Reina de Polonia (9)[9], que era el gobierno de toda su casa, nunca se habiendo inclinado a casar, sino tenía una encomienda de San Juan, llamole nuestro Señor a dejarlo todo para mejor procurar su salvación. Después de haber pasado algunos trabajos, que le levantaron había sido en una muerte de un hombre, y le tuvieron dos años en la cárcel, adonde no quiso letrado, ni que nadie volviese por él, sino Dios y su justicia, habiendo testigos que decían que él los había llamado para que le matasen, casi como a los viejos de santa Susana acaeció que, preguntado a cada uno adónde estaba entonces, el uno dijo que sentado sobre una cama; el otro, que a una ventana; en fin, vinieron a confesar cómo lo levantaban (10)[10], y él me certificaba que le había costado hartos dineros librarlos para que no los castigasen, y que el mismo que le hacía la guerra, había venido a sus manos que hiciese cierta información contra él, y que por el mismo caso había puesto cuanto había podido por no le hacer daño.

8. Estas y otras virtudes –que es hombre limpio y casto, enemigo de tratar con mujeres– debían de merecer con nuestro Señor que le diese luz de lo que era el mundo, para procurar apartarse de él (11)[11]; y así comenzó a pensar qué Orden tomaría; e intentando las unas y las otras, en todas debía hallar inconveniente para su condición, según me dijo. Supo que cerca de Sevilla estaban juntos unos ermitaños en un desierto, que llamaban el Tardón, teniendo un hombre muy santo por mayor, que llamaban el padre Mateo (12)[12]. Tenía cada uno su celda y aparte, sin decir oficio divino, sino un oratorio adonde se juntaban a misa. Ni tenían renta ni querían recibir limosna ni la recibían; sino de la labor de sus manos se mantenían, y cada uno comía por sí, harto pobremente. Pareciome, cuando lo oí, el retrato de nuestros santos Padres. En esta manera de vivir estuvo ocho años. Como vino el santo concilio de Trento, como mandaron reducir a las Ordenes los ermitaños (13)[13], él quería ir a Roma a pedir licencia para que los dejasen estar así, y este intento tenía cuando yo le hablé.

9. Pues como me dijo la manera de su vida, yo le mostré nuestra Regla primitiva y le dije que sin tanto trabajo podía guardar todo aquello, pues era lo mismo, en especial de vivir de la labor de sus manos, que era a lo que él mucho se inclinaba, diciéndome que estaba el mundo perdido de codicia y que esto hacía no tener en nada a los religiosos. Como yo estaba en lo mismo, en esto presto nos concertamos y aun en todo; que, dándole yo razones de lo mucho que podía servir a Dios en este hábito, me dijo que pensaría en ello aquella noche. Ya yo le vi casi determinado, y entendí que lo que yo había entendido en oración «que iba a más que al monasterio de las monjas», era aquello. Diome grandísimo contento, pareciendo se había mucho de servir el Señor, si él entraba en la Orden. Su Majestad, que lo quería, le movió de manera aquella noche, que otro día me llamó ya muy determinado y aun espantado de verse mudado tan presto, en especial por una mujer, que aun ahora algunas veces me lo dice, como si fuera eso la causa, sino el Señor que puede mudar los corazones (14)[14].

10. Grandes son sus juicios, que habiendo andado tantos años sin saber a qué se determinar de estado (porque el que entonces tenía no lo era, que no hacían votos, ni cosa que los obligase, sino estarse allí retirados), y que tan presto le moviese Dios y le diese a entender lo mucho que le había de servir en este estado, y que Su Majestad le había menester para llevar adelante lo que estaba comenzado, que ha ayudado mucho y hasta ahora le cuesta hartos trabajos y costará más hasta que se asiente (según se puede entender de las contradicciones que ahora tiene esta primera Regla) (15)[15]; porque por su habilidad e ingenio y buena vida tiene cabida con muchas personas que nos favorecen y amparan.

11. Pues díjome cómo Ruy Gómez en Pastrana, que es el mismo lugar adonde yo iba, le había dado una buena ermita y sitio para hacer allí asiento de ermitaños, y que él quería hacerla de esta Orden y tomar el hábito. Yo se lo agradecí y alabé mucho a nuestro Señor; porque de las dos licencias que me había enviado nuestro padre General Reverendísimo para dos monasterios, no estaba hecho más del uno (16)[16]. Y desde allí hice mensajero a los dos padres que quedan dichos, el que era Provincial y lo había sido (17)[17], pidiéndole mucho me diesen licencia, porque no se podía hacer sin su consentimiento; y escribí al obispo de Ávila, que era don Álvaro de Mendoza, que nos favorecía mucho, para que lo acabase con ellos.

12. Fue Dios servido que lo tuvieron por bien. Les parecería que en lugar tan apartado les podía hacer poco perjuicio. Diome la palabra de ir allá en siendo venida la licencia. Con esto fui en extremo contenta. Hallé allá a la princesa y al príncipe Ruy Gómez, que me hicieron muy buen acogimiento. Diéronnos un aposento apartado, adonde estuvimos más de lo que yo pensé; porque la casa estaba tan chica, que la princesa la había mandado derrocar mucho de ella y tornar a hacer de nuevo, aunque no las paredes, mas hartas cosas.

13. Estaría allí tres meses (18)[18], adonde se pasaron hartos trabajos, por pedirme algunas cosas la princesa que no convenían a nuestra religión, y así me determiné a venir de allí sin fundar, antes que hacerlo. El príncipe Ruy Gómez, con su cordura, que lo era mucho y llegado a razón, hizo a su mujer que se allanase; y yo llevaba algunas cosas (19)[19], porque tenía más deseo de que se hiciese el monasterio de los frailes que el de las monjas, por entender lo mucho que importaba, como después se ha visto.

14. En este tiempo vino Mariano y su compañero, los ermitaños que quedan dichos (20)[20], y traída la licencia, aquellos señores tuvieron por bien que se hiciese la ermita que le había dado para ermitaños de frailes Descalzos, enviando yo a llamar al padre fray Antonio de Jesús, que fue el primero, que estaba en Mancera, para que comenzase a fundar el monasterio. Yo les aderecé hábitos y capas, y hacía todo lo que podía para que ellos tomasen luego el hábito.

15. En esta sazón había yo enviado por más monjas al monasterio de Medina del Campo, que no llevaba más de dos conmigo (21)[21]; y estaba allí un padre, ya de días, que aunque no era muy viejo, no era mozo, muy buen predicador, llamado fray Baltasar de Jesús (22)[22]. Como supo que se hacía aquel monasterio, vínose con las monjas con intento de tornarse Descalzo; y así lo hizo cuando vino, que, como me lo dijo, yo alabé a Dios. Él dio el hábito al padre Mariano y a su compañero, para legos entrambos, que tampoco el padre Mariano quiso ser de misa, sino entrar para ser el menor de todos, ni yo lo pude acabar con él. Después, por mandato de nuestro Reverendísimo Padre General, se ordenó de misa (23)[23]. Pues fundados entrambos monasterios y venido el padre fray Antonio de Jesús, comenzaron a entrar novicios tales cuales adelante se dirá de algunos, y a servir a nuestro Señor tan de veras, como –si Él es servido– escribirá quien lo sepa mejor decir que yo, que en este caso, cierto quedo corta.

16. En lo que toca a las monjas (24)[24], estuvo el monasterio allí de ellas en mucha gracia de estos señores y con gran cuidado de la princesa en regalarlas y tratarlas bien, hasta que murió el príncipe Ruy Gómez, que el demonio, o por ventura porque el Señor lo permitió –Su Majestad sabe por qué– con la acelerada pasión de su muerte entró la princesa allí monja (25)[25]. Con la pena que tenía, no le podían caer en mucho gusto las cosas a que no estaba usada de encerramiento, y por el santo Concilio la priora no podía dar las libertades que quería.

17. Vínose a disgustar con ella y con todas de tal manera, que aun después que dejó el hábito, estando ya en su casa, le daban enojo, y las pobres monjas andaban con tanta inquietud, que yo procuré con cuantas vías pude, suplicándolo a los prelados, que quitasen de allí el monasterio, fundándose uno en Segovia, como adelante se dirá, adonde se pasaron, dejando cuanto les había dado la princesa (26)[26], y llevando consigo algunas monjas que ella había mandado tomar sin ninguna cosa. Las camas y cosillas que las mismas monjas habían traído llevaron consigo, dejando bien lastimados a los del lugar. Yo con el mayor contento del mundo de verlas en quietud, porque estaba muy bien informada que ellas ninguna culpa habían tenido en el disgusto de la princesa; antes, lo que estuvo con hábito, la servían como antes que le tuviese. Sólo en lo que tengo dicho (27)[27] fue la ocasión y la misma pena que esta señora tenía y una criada que llevó consigo, que, a lo que se entiende, tuvo toda la culpa. En fin, el Señor que lo permitió. Debía ver que no convenía allí aquel monasterio, que sus juicios son grandes y contra todos nuestros entendimientos. Yo, por solo el mío, no me atreviera, sino por el parecer de personas de letras y santidad.


 Notas del capítulo 17

            [1] Había escrito: en el siguiente año de 1570: al percatarse de su error, retocó y corrigió el texto y la cifra.
            [2] Es decir: habiendo pasado 15 días después de la fundación de Toledo... – Téngase presente este pequeño cuadro de fechas: es el año 1569; el 8 de mayo el gobernador eclesiástico autoriza la fundación de Toledo; el 14 se lleva ésta a cabo; el 28 (unos «quince días después»), llega a Toledo el mensaje de la Princesa de Éboli; el 30 partida de Toledo a Pastrana; se entretiene entre ocho y diez días en Madrid. El 28 de junio funda el Carmelo de Pastrana. El 13 de julio se funda en Pastrana el convento de descalzos. El 21 ya está la Santa de regreso en Toledo.
            [3] A me dio: así en el autógrafo.
            [4] Escribiese de suerte que no se enojase: la Princesa. – Era bueno tener a R. Gómez: tenerlo favorable. – Los dos personajes que ahora entran en la escena teresiana son Ruy Gómez de Silva, noble portugués, valido de Felipe II, y su mujer Ana de Mondoza, más conocida por el título de Princesa de Éboli, fémina inquieta, veleidosa y avasalladora. Con ella tendrá que habérselas la buena M. Fundadora.
            [5] Seguirme/regirme. Lectura dudosa. La generalidad de los editores trascribe «seguirme». – El confesor era el P. Vicente Barrón (cf. Vida c. 7, n. 17).
            [6] Era el monasterio de Descalzas Reales (cf. Vida c. 32, n. 10). Doña Leonor, también portuguesa, había sido aya de Felipe II; fundó el monasterio en 1564, con franciscanas procedentes de las Gordillas de Ávila. La Santa había tenido varias ocasiones de alojarse en su palacio.
            [7] Juan de la Miseria, italiano y pintor discípulo de Sánchez Coello, autor del retrato de la Santa realizado en Sevilla por orden del P. Gracián (1576). Cf. P. GRACIÁN, Scholias y Addiciones editadas por el P. CARMELO DE LA CRUZ en El Monte Carmelo 68 (1960) p. 154.
            [8] Mariano Azaro, luego Mariano de San Benito, es personaje importante en la historia de la Reforma teresiana: napolitano ardiente e impetuoso, recibió cartas terribles de la M. Fundadora, pero conservó siempre su afecto (cf. Epistolario).
            [9] Bolonia, escribió la Santa. El P. Mariano había sido intendente de palacio de Catalina de Austria, esposa de Segismundo II de Polonia. – Una encomienda de San Juan: era Caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén.
            [10] Le levantaron: en el sentido clásico de «levantar calumnia». Lo repite poco más abajo: cómo lo levantaban.
            [11] La palabra en cursiva, falta en el autógrafo, omitida por la Santa al pasar de página.
            [12] P. Mateo de la Fuente, entonces Mayor o Superior de los solitarios, y restaurador más tarde de los Basilios en España.
            [13] Como vino el s. Concilio de T.: modo gráfico de indicar la introducción o aplicación de los decretos de Trento en España. – Reducir a las Órdenes los ermitaños: desautorización de la vida eremítica sin votos; probable alusión, no a los cánones de Trento, sino a la constitución de S. Pío V «Lubricum genus» del 17/11/1568, que concedía un año de plazo en la aplicación. Por eso al año siguiente los ermitaños del P. Mateo quieren «ir a Roma a pedir licencia para que los dejasen estar así», sin votos solemnes.
            [14] Bajo estas dos frases se esconde una delicada alusión o quizás una de las finas reticencias estiladas por la Santa: no faltaron entre aquellos insignes primitivos quienes se sonrojaron de seguir la Reforma de una mujer... Evidentemente, la Santa llegó a saberlo, y hasta se rió un poco de la demasiada hombría de estos hijos precoces...
            [15] Cuando escribía esto (¿1574-1576?), ya había comenzado la oposición a su obra reformadora.
            [16] El de Duruelo, trasladado ya a Mancera cuando la Santa escribía esto (cf. n. 14).
            [17] Era Provincial el P. Alonso González, y lo había sido el P. Ángel de Salazar.
            [18] Dos meses escasos: partió de Toledo el 30 de mayo, y estaba de vuelta el 21 de julio.
            [19] Yo llevaba algunas cosas: las soportaba.
            [20] En los nn. 6 y sigs.
            [21] Hizo venir de Medina a Isabel de San Jerónimo y Ana de Jesús. De la Encarnación de Ávila, a Jerónima de San Agustín.
            [22] El P. Baltasar de Jesús (Nieto), 1524-1589, fue el primer Superior de Pastrana y fue hombre de vida inquieta, azarosa, nada gloriosa; es significativo que la Santa, tan pródiga en el título de «muy siervos de Dios» para los personajes de su historia, a éste le presente como un fraile, ni viejo ni mozo, buen predicador; y que no quisiese que los nuevos descalzos ultimasen la fundación hasta que viniese el P. Antonio (13 de julio).
            [23] En la cuaresma de 1574.
            [24] Quedo siempre corta, había escrito.
            [25] Murió Ruy Gómez el 29/7/1573. La viuda y enlutada Princesa (de unos 33 años) se hizo descalza inmediatamente. – No estaba usada (= acostumbrada) a encerramiento. – Y por el Santo Concilio, es decir, en atención a las leyes de clausura, urgidas por el Conc. de Trento (ses. 25, c. 5), la priora no podía transigir...
            [26] «La Santa, precavida siempre, antes de partir para Toledo, ordenó que todo lo que recibieren de los Príncipes... se fuese apuntando, con expresión del día, mes y año y firma de la Priora, providencia muy acertada, como presto se vio» (Silverio). – Como adelante se dirá: Cf. c. 21.
            [27] Lo que tengo dicho, en el c. 16 sobre la obligación de la clausura, insoportable para la princesa e inderogable por parte de la Priora. – La Princesa salió del convento en Enero de 1574; el éxodo de las monjas tuvo lugar del 6 al 7 de abril. – Para medir el alcance de este varonil gesto de la Santa, téngase en cuenta que el libro de la Vida quedaba en manos de la vengativa Princesa, que lo hizo servir de texto de comedia entre sus criadillas, y luego de tragedia en el tribunal de la Inquisición.


COMENTARIO AL CAPÍTULO 17

Dos fundaciones en Pastrana

El presente capítulo contiene una serie de episodios dramáticos, con desenlace un tanto épico. Cuenta el enfrentamiento de la Santa con doña Ana de Mendoza, princesa de Éboli, con ocasión de las dos fundaciones ocurridas en su feudo de Pastrana. Con un comienzo sorpresivo pero sereno, y una escalada de sucesos gozosos en Madrid, y agridulces en Pastrana. Largo recorrido: de Toledo a Madrid, de ahí a Pastrana (a unos cien kilómetros), y a los dos meses, regreso de Pastrana a Toledo.

El capítulo se puede esquematizar en cinco puntos:

         – Sorpresa en Toledo por el mensaje de la Éboli, y decisión de la Santa (nn.1‑4);
         – Viaje de ésta a Pastrana, con parada en Madrid, donde conoce a dos ermitaños italianos (nn. 5‑6);
         – Perfil de uno de ellos, P. Mariano Azzaro (nn. 7‑9);
         – En Pastrana, difíciles trámites de fundación (nn. 10‑13);
         – Por fin, erección de las dos fundaciones (nn. 14‑17).

Pastrana era entonces una próspera villa de la Alcarria (Guadalajara) con población en torno a los 5.000 habitantes. Desde marzo de 1559 es señorío de Ruy Gómez de Silva, esposo de Ana de Mendoza, Princesa de Éboli, que es a su vez prima de doña Luisa de la Cerda, a quien intenta emular con la fundación de un Carmelo más riguroso que el recién fundado en Malagón.

Ya antes lo ha tratado con la Santa: "Había mucho que estaba tratado entre ella y mí", pero ahora (junio de 1569), apenas erigido el Carmelo de Toledo, doña Ana sorprende imperativamente a la Santa mandándole un mensajero y la propia carroza para que emprenda el viaje a Pastrana, sea como sea.

La Santa lo ve improcedente y se resiste. Luego, en oración y asesorada por su confesor, acepta. Se pone en viaje a los dos días, hace un alto en Madrid, hospedada por la señorial doña Leonor de Mascareñas, en cuya casa conversa con los dos ermitaños italianos, mariano Azzaro y Juan Narduch, a los que convence de que prosigan vida de ermitaños pero según la Regla del Carmelo. Poco después también estos prosiguen viaje a Pastrana.

Llegada a Pastrana y alojada en el palacio de la Princesa, tiene que enfrentarse con los primeros caprichos de ésta, que se mantiene inamovible. De suerte que la Santa renuncia a la fundación del nuevo Carmelo. Hasta que, gracias a la mediación de Ruy Gómez, la Princesa renuncia a sus caprichos impositivos y se llega a la erección de las dos fundaciones: la de monjas el 23 de junio; la de frailes al mes siguiente. Tras conseguir la licencia de los dos provinciales carmelitas –como en el caso de Duruelo–, ella misma prepara los hábitos carmelitanos para los dos postulantes italianos, que bajo la dirección del P. Antonio, venido de Mancera, ponen en marcha el segundo convento de Descalzos.

Pasada una breve temporada, la Santa regresa a Toledo, desde donde envía como priora del Carmelo pastranense a una de sus monjas más inteligentes, Isabel de Santo Domingo, y cuando las cosas parecen haberse serenado, surgen los dos mayores contratiempos.

De pronto fallece Ruy Gómez (29.7.1573), esposo de la joven doña Ana, y ésta, en uno de sus típicos golpes de escena, se instala en el Carmelo de Pastrana como una monja más, pero sin dejar de ser princesa, con séquito, atuendo y relaciones principescas, que hacen imposible la vida en un Carmelo Teresiano. De suerte que la monja‑princesa forzosamente regresa a su palacio sin que cesen sus intromisiones en el Carmelo, y la Santa decide la retirada de la comunidad: se apresura a fundar el Carmelo de Segovia; y en plena noche (1.4.1574), sus monjas de Pastrana, guiadas por el bueno de Julián de Ávila, suben a los carromatos y abandonan definitivamente el edificio de Pastrana en manos de la Princesa, ahora furibunda.

Más adversa que esa pequeña epopeya es la venganza de la Princesa. Había ocurrido que justamente poco antes de emprender el viaje a Pastrana, la prima de ésta y amiga de la Santa, doña Luisa de la Cerda, había regresado de Andalucía trayendo en propia mano el Libro de la Vida, revisado y aprobado por el Maestro Juan de Ávila. En Toledo se lo entrega a la autora, que prefiere no dejarlo en manos de nadie y lo lleva consigo a Pastrana, pensando quizás en el pronto regreso a Ávila.

Enterada de ello la Princesa, insiste en leer el manuscrito. Ante la resistencia de la Santa, interpone la mediación autorizada de don Ruy Gómez, prometiendo ambos reserva absoluta. Teresa accede. Y bien pronto constata que su libro pasa de mano en mano entre la servidumbre de la Princesa, y es objeto de risas y burlas. La Santa lo recupera. Pero el daño estaba hecho. Y ahora, al quebrarse las buenas relaciones entre ambas, el libro es delatado por la Éboli a la Inquisición, que al año siguiente (1575), lo secuestra y lo retiene en prisión indefinidamente. Aún no lo sabe la Santa cuando escribe estas páginas (1574). Se enterará poco después, mientras instaura el Carmelo de Beas en Andalucía.

Lo más notable en todo el episodio es el tono sumiso del relato y el respeto a la intrigante princesa‑fundadora, con quien la Santa mantendrá relaciones corteses toda su vida.

NOTAS del Comentario:

1. Referencias cronológicas importantes en el capítulo:
         – 14.5.1569: fundación del Carmelo de Toledo;
         – 28.5.1569: llegan el mensajero y la carroza de la Éboli;
         – 30.5.1569: sale de Toledo; parada de 8 a 10 días en Madrid;
         – 23.6.1569; inauguración del Carmelo pastranense;
         – 13.7.1569: erección del convento de Descalzos en Pastrana;
         – 21.7.1569: la Santa regresa a Toledo;
         – 29.7.1573: fallece Ruy Gómez de Silva;
         – 31.7.1573: la Princesa de Éboli ingresa en el Carmelo de Pastrana. (En ese momento la Santa reside en el Carmelo de Salamanca);
         – 1.4.1574: el Carmelo de Pastrana se traslada a Segovia;
         – Redacción del presente capítulo, probablemente ese mismo año 1574, en Segovia. El Libro de la Vida seguirá en prisión hasta después de muerta la autora.

2. Personas que intervienen en el relato:
         – Ana de Mendoza y de la Cerda (154‑1592), Princesa de Éboli, desposada (a los doce años) con Ruy Gómez de Silva (1516‑1573), portugués, gran valido de Felipe II, que en 1559 le confiere el título de Príncipe de Éboli. Es señor de Pastrana.
         – Vicente Barrón, dominico, que en Ávila y en Toledo había sido confesor de Teresa (Cf Vida c. 7 y Relación 4): aquí (n. 4) la asesora en la propuesta de fundación.
         – Mariano Azzaro y Juan Narduch eran ermitaños del Tardón (Córdoba), que ahora viajaban a Roma para solicitar la pervivencia del eremitorio, del cual era fundador el P. Mateo de la Fuente (n. 8), con el apoyo de san Juan de Ávila. (J. Narduch en el Carmelo se llamará fray Juan de la Miseria).
         – Los carmelitas Antonio de Jesús y Bartolomé Nieto (nn. 14-15): el primero, fundador de Duruelo, ahora venido desde Mancera; el segundo, carmelita andaluz, castigado por el P. General Rubeo; ahora se agrega a los Descalzos, entre los cuales tendrá mala fama y oscura conducta.
         – Leonor de Mascareñas (1503‑1584) es portuguesa (n. 5). Ha sido aya de Felipe II y ha contribuido en Madrid a la fundación de las Descalzas Reales, donde reiteradamente se aloja la Madre Teresa.
         – Los dos provinciales carmelitas (n. 11) son los mismos que intervienen en la licencia para la fundación de Duruelo (c. 13, 4): Alonso González y Ángel de Salazar.

LIBRO DE FUNDACIONES de Santa Teresa de Jesús


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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)