14.6.13

Moradas, Epílogo

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.

SANTA TERESA DE JESÚS
EL CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS

MORADAS
EPÍLOGO 
CARTA DE ENVÍO

Jhs.

1. Aunque cuando comencé a escribir esto que aquí va fue con la contradicción que al principio digo (1)[1], después de acabado me ha dado mucho contento y doy por bien empleado el trabajo, aunque confieso que ha sido harto poco. Considerando el mucho encerramiento y pocas cosas de entretenimiento que tenéis, mis hermanas, y no casas tan bastantes como conviene en algunos monasterios de los vuestros, me parece os será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de las superioras podéis entrar y pasearos por él a cualquier hora.

2. Verdad es que no en todas las moradas podréis entrar por vuestras fuerzas, aunque os parezca las tenéis grandes, si no os mete el mismo Señor del castillo. Por eso os aviso, que ninguna fuerza pongáis, si hallareis resistencia alguna, porque lo enojaréis de manera que nunca os deje entrar en ellas (2)[2]. Es muy amigo de humildad. Con teneros por tales que no merecéis aún entrar en las terceras, le ganaréis más presto la voluntad para llegar a las quintas; y de tal manera le podéis servir desde allí, continuando a ir muchas veces a ellas, que os meta en la misma morada que tiene para Sí, de donde no salgáis más, si no fuereis llamada de la priora cuya voluntad quiere tanto este gran Señor que cumpláis como la suya misma; y aunque mucho estéis fuera por su mandado, siempre cuando tornareis, os tendrá la puerta abierta. Una vez mostradas a gozar de este castillo, en todas las cosas hallaréis descanso, aunque sean de mucho trabajo, con esperanza de tornar a él, y que no os lo puede quitar nadie.


3. Aunque no se trata de más de siete moradas, en cada una de estas hay muchas: en lo bajo y alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes y laberintos (3)[3] y cosas tan deleitosas, que desearéis deshaceros en alabanzas del gran Dios, que lo crio a su imagen y semejanza (4)[4]. Si algo hallareis bueno en la orden de daros noticia de él, creed verdaderamente que lo dijo Su Majestad por daros a vosotras contento, y lo malo que hallareis es dicho de mí.

4. Por el gran deseo que tengo de ser alguna parte para ayudaros a servir a este mi Dios y Señor, os pido que en mi nombre, cada vez que leyereis aquí, alabéis mucho a Su Majestad y le pidáis el aumento de su Iglesia y luz para los luteranos; y para mí, que me perdone mis pecados y me saque del purgatorio, que allá estaré quizá por la misericordia de Dios (5)[5], cuando esto se os diere a leer si estuviere para que se vea, después de visto de letrados. Y si algo estuviere en error, es por más no lo entender, y en todo me sujeto a lo que tiene la Santa Iglesia Católica Romana, que en esto vivo y protesto y prometo vivir y morir (6)[6].

Sea Dios nuestro Señor por siempre alabado y bendito, amén, amén.

5. Acabose esto de escribir en el monasterio de San José de Ávila, año de 1577, víspera de San Andrés (7)[7], para gloria de Dios, que vive y reina por siempre jamás, amén.


COMENTARIO

Con una carta de envío había terminado el Libro de la Vida. Concluido el capítulo último de la obra con un breve epílogo, la Santa había escrito apresuradamente la carta misiva para hacerlo llegar al primer lector, García de Toledo.

Otro tanto hace ahora. Ultimado el postrer capítulo de las moradas séptimas, redacta en pliego aparte la nueva «carta de envío». Gracián y los primeros lectores del libro la colocarán al comienzo de la obra: páginas 2, 3, 4. Para nosotros ese pliego hace de epílogo. O mejor, sigue sirviendo de carta de envío dirigida a las lectoras destinatarias del libro, las carmelitas de San José de Ávila, de Medina del Campo, de Toledo..., de Sevilla.

La madre Teresa había comenzado «hablando con ellas en lo que escribiré», decía en el prólogo. Ahora termina con una conversación de despedida. En diálogo abierto, que proseguirá en la vida cotidiana de esos Carmelos, y que a través de ellos llega hasta nosotros, lectores de hoy: lectores espirituales, o literarios, o profanos, o dialogantes con el alma de la madre Teresa desde la altura de otras religiones, en cualquier idioma, árabe, o coreano, o japonés.

En esa conversación de despedida, primero humoriza: tan encerradas como están las lectoras carmelitas en la clausura de sus monasterios, este Castillo les abre amplios horizontes, con «jardines y fuentes y laberintos y cosas deleitosas»... Podrán entrar y pasearse por él a cualquier hora y sin licencia de las superioras... Humorismo que no impide recordarles enseguida ciertas lecciones básicas del libro:

– Que ese espacioso mundo interior –el propio de cada uno– está abierto y en espera, misterioso y prometedor; lo que interesa no es saberlo, sino entrar: «Os será consuelo deleitaros en este (vuestro) castillo interior»;

– Que en la vida del alma hay, sí, cosas y moradas al alcance de la mano, simplemente asequibles a nuestro esfuerzo; pero las más y mejores son puro regalo de Dios que nos las ofrece gratis y por amor. Ante él no vale alegar derechos, ni ostentar billete de entrada. «Es muy amigo de humildad». El amor no se compra, se recibe;

– Que la vida interior es una aventura en escalada, con programa secreto de más y más, siempre más; sin otra estación terminal que Dios, «que lo crio a su imagen y semejanza»;

– Pero adentrarse en el castillo de la interioridad no es alejarse de lo de fuera, ni retirar las manos del servicio a los hermanos. Al contrario, «una vez acostumbradas a gozar de este castillo, en todas las cosas hallaréis descanso, aunque sean de mucho trabajo... Aunque mucho estéis fuera por su mandado, (él) os tendrá la puerta abierta».

Por fin, antes de poner fecha a la carta de envío y antes de proclamar la sumisión de su magisterio al de «la Santa Iglesia Católica Romana», Teresa hace en serio una múltiple petición a sus lectoras: es, en cierto modo, el precio que pone al libro. Les pide tres cosas:

«Os pido que cada vez que leyereis aquí,

– Alabéis mucho a Su majestad.
– Y le pidáis el aumento de su Iglesia y luz para los luteranos.
– Y para mí, que me perdone mis pecados, y me saque de purgatorio, que allá estaré quizá, por la misericordia de Dios, cuando esto se os diere a leer...».

Ahora sí, ya puede datar la carta de envío, que equivale a consignar la fecha natal del Castillo: «Acabose esto de escribir en el monasterio de San José de Ávila, año de 1577, víspera de san Andrés (29 de noviembre), para gloria de Dios, que vive y reina por siempre jamás, amén».

En ese momento, Teresa se acercaba a los 63 años de edad.



[1] Prólogo, n. 1.
[2] Alude a los consejos dados en las 4M 2 y 5M 7.
[3] La Santa escribió laborintios, como se decía en su siglo (Cobarruvias, p. 746).
[4] Gen 1, 26 (cf 1M 1, 1). – Por error material, la Santa escribió semejanzas.
[5] Quizá por la misericordia de Dios: lo añadió la Santa entre líneas y al margen. – Al fin de frase, por error material, escribió: visto letrados. Seguimos la enmienda de fray Luis (p. 268).
[6] Cf idéntica declaración y protestación en el Prólogo, n. 3. Las palabras Santa y Romana fueron añadidas por la Santa entre líneas. Otro tanto hizo en el pasaje paralelo del prólogo donde añadió entre líneas Santa, Católica Romana.
[7] El 29 de noviembre de 1577. Lo había comenzado el 2 de junio del mismo año: cf Prólogo, n. 3.


Moradas del Castillo Interior

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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)