13.7.11

Camino de Perfección Cap. 22

 
Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.



Camino de Perfección.
2º Redacción (Códice de Valladolid)
Capítulo 22





En que declara qué es oración mental.

         1. Sabed, hijas, que no está la falta para ser o no ser oración mental en tener cerrada la boca. Si hablando, estoy enteramente entendiendo y viendo que hablo con Dios con más advertencia que en las palabras que digo, junto está oración mental y vocal. Salvo si no os dicen que estéis hablando con Dios rezando el Paternóster y pensando en el mundo; aquí callo. Mas si habéis de estar, como es razón se esté, hablando con tan gran Señor, que es bien estéis mirando con quién habláis y quién sois vos, siquiera para hablar con crianza. Porque ¿cómo podéis llamar al rey Alteza, ni saber las ceremonias que se hacen para hablar a un grande (1)[1], si no entendéis bien qué estado tiene y qué estado tenéis vos? Porque conforme a esto se ha de hacer el acatamiento, y conforme al uso, porque aun esto es menester también que sepáis. Si no, enviaros han para simple (2)[2] y no negociaréis cosa.
(sigue aquí --- en "Más información"... )

         Pues ¿qué es esto, Señor mío? ¿Qué es esto, mi Emperador? ¿Cómo se puede sufrir? Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice «vuestro reino no tiene fin», casi siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos sea sólo con la boca.

         2. ¿Qué es esto, cristianos, los que decís no es menester oración mental, entendéis os? (3)[3]. Cierto, que pienso que no os entendéis, y así queréis desatinemos todos: ni sabéis cuál es oración mental ni cómo se ha de rezar la vocal ni qué es contemplación, porque si lo supieseis no condenaríais por un cabo lo que alabáis por otro.

         3. Yo he de poner siempre junta oración mental con la vocal, cuando se me acordare, porque no os espanten, hijas; que yo sé en qué caen (4)[4] estas cosas, que he pasado algún trabajo en este caso, y así no querría que nadie os trajese desasosegadas, que es cosa dañosa ir con miedo este camino. Importa mucho entender que vais bien, porque en diciendo a algún caminante que va errado y que ha perdido el camino, le hacen andar de un cabo a otro, y todo lo que anda buscando por dónde ha de ir se cansa y gasta el tiempo y llega más tarde.

         ¿Quién puede decir es mal, si comenzamos a rezar las Horas o el rosario, que comience a pensar con quién va a hablar y quién es el que habla, para ver cómo le ha de tratar? Pues yo os digo, hermanas, que si lo mucho que hay que hacer en entender estos dos puntos se hiciese bien, que primero que comencéis la oración vocal que vais a rezar, ocupéis harto tiempo en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien (5)[5].

         4. Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír ni me deja de llegar a sí ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su Rey, que gusta más de estas groserías de un pastorcito humilde que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad (6)[6]. Así que no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Siquiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es. Es verdad que se entiende luego en llegando, como con los señores de acá, que con que nos digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y el dictado (7)[7], no hay más que saber. Porque acá no se hace cuenta de las personas para hacerlas honra, por mucho que merezcan, sino de las haciendas.

         5. ¡Oh miserable mundo! Alabad mucho a Dios, hijas, que habéis dejado cosa tan ruin, adonde no hacen caso de lo que ellos en sí tienen, sino de lo que tienen sus renteros y vasallos; y si ellos faltan, luego falta de hacerle honra. Cosa donosa es ésta para que os holguéis cuando hayáis todas de tomar alguna recreación, que éste es buen pasatiempo, entender cuán ciegamente pasan su tiempo los del mundo.

         6. ¡Oh Emperador nuestro, sumo poder, suma bondad, la misma sabiduría, sin principio, sin fin, sin haber término en vuestras obras, son infinitas, sin poderse comprender, un piélago sin suelo de maravillas, una hermosura que tiene en sí todas las hermosuras, la misma fortaleza! ¡Oh, válgame Dios! ¡Quién tuviera aquí junta toda la elocuencia de los mortales, y sabiduría para saber bien -como acá se puede saber, que todo es no saber nada, para este caso- dar a entender alguna de las muchas cosas que podemos considerar para conocer algo de quién es este Señor y Bien nuestro!

         7. Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener. ¡Oh, válgame Dios!, pues acá, cuando uno se casa, primero sabe con quién, quién es y qué tiene. Nosotras, ya desposadas, antes de las bodas, que nos ha de llevar a su casa, pues acá no quitan estos pensamientos a las que están desposadas con los hombres (8)[8], ¿por qué nos han de quitar que procuremos entender quién es este hombre y quién es su Padre y qué tierra es ésta adonde me ha de llevar y qué bienes son los que promete darme, qué condición tiene, cómo podré contentarle mejor, en qué le haré placer, y estudiar cómo haré mi condición que conforme con la suya? Pues si una mujer ha de ser bien casada, no le avisan otra cosa sino que procure esto, aunque sea hombre muy bajo su marido.

         8. Pues, Esposo mío, ¿en todo han de hacer menos caso de Vos que de los hombres? Si a ellos no les parece bien esto, dejen os vuestras esposas, que han de hacer vida con Vos. Es verdad que es buena vida. Si un esposo es tan celoso que quiere no trate con nadie su esposa, ¡linda cosa es que no piense en cómo le hará este placer y la razón que tiene de sufrirle y de no querer que trate con otro, pues en él tiene todo lo que puede querer!

         Esta es oración mental, hijas mías, entender estas verdades. Si queréis ir entendiendo esto y rezando vocalmente, muy enhorabuena. No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa es oración mental. Creo va dado a entender. Plega al Señor lo sepamos obrar, amén (9)[9].

COMENTARIO AL CAPÍTULO 22

Orar, ¿qué es?


         El capítulo 22 del Camino es la jornada crucial del libro. Lo preside un epígrafe brevísimo: "En que declara qué es oración mental". Los ocho números que siguen al título glosan la famosa definición teresiana de oración, la contenida en un inciso de Vida (8, 5), como una gema engastada en pleno relato autobiográfico. Oración personal es "tratar de amistad..., con quien sabemos nos ama". Es decir, tratarse con El y dejarse tratar por El. Acogiendo y cultivando la misteriosa relación personal de amor iniciada y siempre mantenida por El.

         Ahora, en este capítulo del Camino, la Autora hablará a las lectoras desde la propia experiencia. Experiencia con doble vertiente, la vivida con El en la oración misma y la sufrida en la lucha con el entorno de época y ambiente.

         La primera se refleja, sobre todo, en los soliloquios o exclamaciones diseminadas a lo largo de la exposición (véanse las maravillosas oraciones de los números 2b, 6 y 8). Eso es orar. "Esta es oración mental, hijas mías", escribirá Teresa tras su última oración en vivo, la del número 8.

         La segunda experiencia la evocará más de refilón: que a vosotras "no os espanten, hijas; que yo sé en lo que caen estas cosas; que he pasado algún trabajo en este caso; no querría que os traigan desasosegadas" (no os traigan "al retortero", había escrito en el borrador, n. 3). Y de nuevo al concluir el capítulo: "No os espante nadie con esos temores" (n. 8 del borrador).

         Bien dosificadas las dos experiencias, es la segunda la que confiere fuerte tono polémico a la exposición. Para decir a sus lectoras "qué es orar", la Santa toma de mira a quienes lo desdicen y contradicen: a los teólogos, a las "teulogías" que aseguran que orar no es eso; o que insisten en que ese modo de orar no interesa; que no interesa, sobre todo, a personas como las lectoras del libro... Basta que recen y que hilen... (cap. 21).

         La polémica con esos señores de la teología y de la Inquisición inyecta vigor y vivacidad a la lección pedagógica del capítulo.


Aire y andadura de la lección

         Hemos aludido al aspecto pedagógico del capítulo. La madre Teresa tiene un arte de enseñar muy personal. Lo exhibe en traje de gala cuando llega la hora de los temas importantes. Esta es una de ellas. Sigamos de cerca su exposición.

         Declarar o definir "qué es oración" exigiría hacer algo de teoría en tono expositivo y doctrinal.

         Pero ella se pasa rápidamente de la teoría, le interesan las personas y el trasvase de convicciones. Que la experiencia y las convicciones que ella tiene de la oración pasen, sin alambiques intermedios, a los lectores.

         Por eso el capítulo se puebla enseguida de personas. Personas bien distribuidas en diversos planos. De suerte que la exposición doctrinal se torna diálogo cruzado, desde la Autora a todos ellos. Con un disimulado trasfondo escénico: en el mundillo del capítulo se mueven todos como en una espontánea acción dramática. Teresa escribe, habla y ora a Dios. Increpa a los semiteólogos de la oposición y se asombra de sus dichos. Y desde ellos -desde los opositores- va y viene a las lectoras.

         Lo mejor para seguir el movimiento del capítulo es usar el propio dedo como puntero y leer apuntando, número tras número, los cambios de tono y de destinatario. O bien, ir anotando al margen: ahora la Teresa habla consigo misma; ahora habla a los lectores; ahora se dirige a Dios, lector principal siempre presente; ahora habla en plural lo que están pensando en bloque ella y las del grupo; ahora se vuelve a la oposición e increpa a los teólogos espantadizos...

         N. 1/a. Se abre el diálogo con las lectoras: "Sabed, hijas, que..." - Con paso rápido hacia el monólogo de Teresa consigo misma: "Si, hablando, estoy enteramente entendiendo que hablo con Dios..." - Y vuelta al diálogo con el grupo: "¿Cómo podéis llamar al rey Alteza...?".

         N. 1/b. Bastó esa evocación del "Rey Alteza" para que a Teresa se le cambie la partitura. Y se pone al habla con Él: "Pues, ¿que es esto, Señor mío, qué es esto, mi Emperador...? ¡Nunca Vos, Señor, lo permitáis...!".

         N. 2. En el diálogo con Él se ha cruzado el recuerdo de los que "le hablan sólo con la boca". Teresa les corta el paso y los increpa: "Qué es esto, cristianos. Los que decís que no es menester oración mental, ¿entendéis os?"

         Ese ritmo dialogal en tres tiempos -con las lectoras, con Dios, con los de fuera- refleja bien las flexiones del alma de Teresa. Lo hallamos numerosas veces en las páginas del Camino. Ya desde el capítulo primero, casi en los mismos términos que en este capítulo 22. También allí (capítulo 1) se comenzaba con la palabra a las lectoras (n. 2); se pasaba súbitamente al diálogo con el Señor: "¡Oh redentor mío...!" (n. 3); se increpaba a los cristianos: "¿Qué es esto, ahora, de los cristianos...?" (n. 3), para volver al diálogo con las lectoras: "¡Oh hermanas mías en Cristo!, ayudadme..., estase ardiendo el mundo" (n. 5).

         Pero sigamos, puntero en mano, la marcha del capítulo 22:

         N. 3. Nos encontramos con un reiterado "yo". "Yo he de poner siempre...". "YO sé en qué paran estas cosas...". Un yo envolvente, que enrola al grupo entero: "si comenzamos a rezar...". Hasta casi remedar la fórmula de Jesús en el evangelio: "pues yo os digo, hermanas...".

         N. 4. Sigue un número expositivo, afirmación de las convicciones de la Autora, para volver al diálogo cruzado: con el mundo, con las hermanas, con Dios... (nn. 5 y 6).

         Nn. 7-8. Se repite, con ligera inversión de planos dialogales, el proceso anterior: diálogo orante con las lectoras (n. 7/a), diálogo indirecto con los de enfrente: "Por qué nos han de quitar..., lo que ellos practican a su modo" (n. 7/b). Y, finalmente, coloquio emocionado con el Esposo desde dentro de la oración (n. 8).

         De suerte que en el capítulo ha sucedido algo. Como en toda acción dramática, no sólo Teresa ha pasado por una escala de estados de ánimo: emoción ante Él, intimidad y ternura con las lectoras, pausas dialécticas de cara al tema de la oración, ira y estupor ante los semiletrados..., etc. Lo más importante es que con ella han pasado los lectores por varios estratos pedagógicos: las convicciones teresianas de que la oración es tratarse con Él; su toma de posiciones frente a doctrinas equívocas; y, sobre todo, sus momentos de oración vivida en directo.

         Todo ello con intención envolvente. El lector ha pasado inevitablemente por esas capas profundas del alma teresiana, en que ella -Teresa- tiene hundidas sus convicciones. Ha aprendido qué es orar, más que con teorías y definiciones, viéndola a ella misma en oración una, dos y tres veces, a lo largo del capítulo.


Entonces, ¿orar qué es?

         La sorpresa del lector ante el contenido doctrinal del capítulo es grande. Como si Teresa se hubiera propuesto intencionadamente reducir su respuesta a un solo dato. Como si quisiera apuntar, repetir y volver a subrayar lo fundamental, la quintaesencia de la oración.

         Ciertamente, cuando escribe esta página del Camino, ya tiene ideas propias, claras, abundosas, sobre la oración cristiana y su complejidad. Ha escrito, para ordenarlas, un tratadillo inserto en el relato de su vida. Ha discernido lo que es orar bien y orar mal. Ha cuidado entonces de definir la oración desde su propio punto de vista: "No es otra cosa oración mental, a mi parecer, que tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (Vida 8, 5).

         Pues bien, de todo eso ahora va a retener un solo dato. En la relación de amistad que es la oración, lo más importante son los amigos. Los dos. Mucho más importantes que las palabras, más que los ritos y el protocolo ("las ceremonias para hablar a un grande"), más que las técnicas de recogimiento e interiorización (de ellas hablará luego). Más que las variantes de la oración en vocal, mental, contemplativa...

         Lo primero e insuplantable será la toma de conciencia del "quién con quién". Caer en la cuenta de "con quién va a hablar y quién es el que habla" (n. 3). "Si lo mucho que hay que hacer en entender estos dos puntos -los dos "quiénes"- se hiciese bien", la oración iría sobre rieles.
         No cesará de repetirlo a lo largo del capítulo. Lo que importa es "entender y ver que hablo con Dios con más advertencia que a las palabras que digo" (n. 1). El alma de la oración reside en esa puesta en marcha de la relación personal "hombre-Dios", mucho más que en los contenidos de la oración misma: qué meditaré, qué le diré, qué nos diremos... Porque, "hablando con tan gran Señor, es bien estéis mirando con quién habláis y quién sois vos" (n. 1): de nuevo el "quién con quién", los dos polos portantes de la relación religiosa "Dios-hombre / hombre-Dios".

         Y de nuevo: "Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis hablando" (n. 7). Esta vez con una variante, la toma de conciencia se ha concentrado en uno solo de los dos polos: "Con quién vais / con quién estáis". Porque, en realidad, de eso se trata: de entrar en la esfera de Él, de su presencia, de su persona, de su misterio. De la propia persona el orante ya tiene sobrada conciencia. Quizá hasta llegar a la hipertrofia de su propio yo. De lo que se trata es de despertar la conciencia del Otro, de entrar en su órbita con el propio yo, tras haberse sacudido de encima las máscaras, pesos y ataduras de engreimiento, solipsismo, egocentrismo. "Agradecerle... el mal olor que sufre en consentir cabe sí a una como yo..., (para ello) es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es" (n. 4).

         Así, en la oración, según ella, se produce el regreso a lo elemental del acto religioso: el hombre está ante Dios; el hombre está con ÉL... Desde ese dato elemental la madre Teresa construirá la riqueza de su respuesta. Basta desglosar de ella los tres o cuatro conceptos fundamentales:

         El primero recupera la definición de oración propuesta en Vida. Oración es tratar con Él, "tratarnos", entrar en la espiral de su amistad...

         El segundo es el "quién con Quién". No hay oración sin ese nudo elemental de las dos personas. Aunque sólo llegue a lograrse a base de una conciencia tenue y frágil de que estoy en su presencia, de que he salido de mi subjetivismo para abrirme a Él. Sin eso, todo falla. Vuelvo a caer en la cápsula de mí mismo, vuelvo a girar en torno a mi yo, con mis pensamientos, con las imágenes que me forjo y proyecto: mis idolillos. La oración es "estar con Él".

         Tercero: en ese "estar con Él o cabe Él", Teresa matiza finamente. Basta subrayar los verbos que ella utiliza para decirlo. Hay que "entender y ver que hablo con Él". Hay que "estar mirando" que habláis con Él. Hay que "pensarlo": "pensar con quién habláis", "procurar conocerlo", "conocer su limpieza y quién es Él". Y de nuevo "hay que pensar y entender con quién habláis": que "en mil vidas de las nuestras no acabaréis de entenderlo como Él se merece".

         Lo que ella quiere expresar a toda costa es que esa toma de conciencia del Otro, de ingresar en el halo de su presencia, es determinante. Desata un proceso sin fin de más y más ingreso en el espacio de Él y de su misterio, rompiendo así el cerco con que, de ordinario, nos asedia nuestro yo para tenernos recluidos en nuestro mundillo. El estar ante Yahvé, ¿no era uno de los acontecimientos más fuertes para el hombre bíblico?
         Cuarto: Todavía un último dato, muy subrayado por la Autora. Todo eso... -pensar, entender, mirar, entrar en su presencia-, es para acertar a "tratarlo", "para ver cómo lo hemos de tratar", para "tratarlo como merece ser tratado este Señor". Y en el trato mismo de amigo a amigo, dejarse remodelar por Él. O, como ella misma había escrito con gran realismo en Vida (8, 5-6): "para hacernos de su condición" (lo del viejo refrán: "Dime con quién andas y te diré cómo eres"). Muy bien reafirmado ahora: "Estudiar cómo haré que mi condición conforme con la suya". Y eso como tarea y acontecimiento interior a la misma oración. Una amistad con Él que no me barrene y transforme, que no me haga caer en la cuenta de que el amigo principal es Él, ¿sería trato de amistad con Dios?

         Ahora sí: una relectura de nuestro capítulo podría plantearse como una glosa directa a la definición teresiana de oración (Vida 8, 5-6). Para contrastarla enseguida con los pasajes de oración vivida, los soliloquios en que ella enmarca su lección: el soliloquio de Vida (8, 6), y los soliloquios de este capítulo del Camino (nn. 1. 6. 8).


La música de fondo

         Música de fondo hemos llamado otras veces a esa sinfonía de imágenes y colorido con que Teresa orquesta sus temas fuertes.

         También desde esta clave podemos releer el presente capítulo.

         Para poner a foco el tema central del libro -"orar, qué es"-, la Santa lo ha flanqueado de tres imágenes:

         - la del trato social,

         - la del camino,

         - la imagen íntima del amor esponsal.

         Sin duda, la imagen subyacente a todo el capítulo es la primera: la oración es trato de amistad con Dios, como la amistad es trato de amor entre los humanos. Basta abajar la mira a este segundo plano para encontrarse con la doble componente del "trato" y de los "tratamientos": trato y amor en la amistad; tratamientos convencionales en la vida social.

         La madre Teresa juega un poco con los dos términos. Lo convencional, los tratamientos protocolarios, el fracaso social de quien los ignora o los trabuca..., le sirve a ella de trasfondo. Le sirve para dar al lector la imagen fácil del pobre papel que hacemos con el Señor de señores, cuando le vamos con tratamientos en lugar de "tratarlo" en directo. Ahí la contraposición de los dos orantes extremos: el pastorcito con su grosería y el sabio letrado con sus "teulogías" y elegantes razonamientos. Aquél, "un pastorcito humilde"; y éstos, que "si no van con humildad...". Es claro que el Rey gusta más de aquella grosería que de toda esta elegancia. Versión un tanto original de la parábola del publicano y el fariseo.

         La imagen del camino es más sencilla. Cuántas veces nuestras meditaciones, con sus "elegantes razonamientos", o con nuestro "pensar mucho" (Fund. 5, 2), se convierten en camino largo y tortuoso que no lleva a destino. Mientras que el "estar con Él" o "cabe Él", es camino directo (n. 3).

         Por fin la imagen culminante, la del amor esponsal. Teresa y sus lectoras y "todos los bautizados" estamos desposados con Cristo y aspiramos a las bodas del encuentro definitivo. La oración es para el entretanto. Como en la parábola de las vírgenes, "desposados" ya, y en espera de "las bodas", el primer objetivo del pensamiento y del amor es sencillamente Él: conocerlo, contentarlo, hacer que mi condición conforme con la suya, alcanzarlo en persona... La pluma de la Santa no puede tocar el tema sin trenzar las dos líneas de fuerza de su lección: la polémica y el idilio amoroso:

         "¿Por qué nos han de quitar que procuremos entender quién es este hombre y quién es su Padre, y qué tierra es ésta adonde me ha de llevar y qué bienes son los que promete darme, qué condición tiene, cómo podré contentarle mejor, en qué le haré placer... Pues, Esposo mío, ¿en todo han de hacer menos caso de Vos que de los hombres? Si a ellos no les parece bien esto, dejen os vuestras esposas, que han de hacer vida con Vos..." (nn. 7-8).

         "Esta es oración mental, hijas mías: entender estas verdades" (n. 8).


[1] «Hablar un grande», escribió la Santa. Seguimos la enmienda de Fray Luis de León (p. 128).
[2] «Por simple», decía la 1ª redacción, en la cual se lee a continuación un episodio acaecido a la Santa durante su permanencia en el palacio de doña Luisa de la Cerda (cf Vida c. 34): «Y más habréis menester si no lo sabéis bien, de informaros y aun de deletrear lo que habéis de decir. A mí me acaeció una vez; no tenía costumbre a hablar con señores, e iba por cierta necesidad a tratar con una que había de llamar «señoría», y es así que me lo mostraron deletreado. Yo como soy torpe y no lo había usado, en llegando allá no lo acertaba bien. Acordé decirle lo que pasaba, y echarlo en risa, porque tuviese por bueno llamarla "merced", y así lo hice.
[3] La 1ª redacción proseguía: «Que querría dar voces y disputar -con ser la que soy- con los que dicen que no es menester oración mental».
[4] «En qué caen»: en qué vienen a parar.
[5] En la 1ª redacción: «Primero que comencéis la oración vocal -que es rezar las horas o el rosario-, ocupéis hartas horas en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar con un príncipe como con un labradorcillo o como con una pobre como nosotras, que no va más que nos llamen tú que vos».
[6] En la 1ª redacción escribió: «Gusta más de estas groserías... que de las "teulogías" muy ordenadas, si no van con tanta humildad».
[7] «Los cuentos de renta»: millones de renta. - «El dictado»: el título de dignidad al que correspondía el tratamiento: merced, señoría, alteza, majestad...
[8] Fray Luis en su edición (p. 132) creyó necesario completar el original, redondeando el primer período: «pues acá, cuando uno se casa, primero sabe con quién...; nosotras, ya desposadas..., ¿no pensaremos en nuestro esposo?». - Su enmienda ha sido seguida por casi todos los editores, a pesar de ser francamente superflua. Nótese el paralelo entre la 1ª redacción: «Pues acá, si uno se casa, primero sabe quién es y cómo y qué tiene. Nosotras estamos desposadas y todas las almas por el bautismo. Antes de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado -pues no quitan acá estos pensamientos con los hombres-, ¿por qué nos han de quitar que entendamos nosotras quién es este hombre?». - Para la recta inteligencia del texto teresiano, téngase en cuenta su precisión lexical y el ceremonial matrimonial de entonces: «desposados» y «esposos» eran los dos prometidos después del «desposorio» y antes de las «bodas» o matrimonio, con el cual pasaban a ser «casados». Ya antes de las «bodas» era de rito que el «esposo» llevase la esposa a la propia casa, para completar las «vistas».
[9] La 1ª redacción concluía así: «No os espante nadie con esos temores. Alabad a Dios, que es poderoso sobre todos y que no os lo pueden quitar. Antes la que no pudiere rezar vocalmente con esta atención, sepa que no hace lo que es obligada, y que lo está -si quiere rezar con perfección- de procurarlo con todas sus fuerzas, so pena de no hacer lo que debe a esposa de tan gran rey. - Suplicadle, hijas, me dé gracia para que lo haga como os lo aconsejo, que me falta mucho. Su Majestad lo provea por quien es».

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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)