7.7.12

Capítulo 23 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 
Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 23




En que trata de la fundación del monasterio del Glorioso San José del Carmen en la ciudad de Sevilla. Díjose la primera misa día de la Santísima Trinidad, en el año de 1575 (1)[1].

1. Pues estando en esta villa de Beas esperando licencia del Consejo de las Órdenes para la fundación de Caravaca (2)[2], vino a verme allí un padre de nuestra Orden, de los Descalzos, llamado el maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios, Gracián, que había pocos años que tomó nuestro hábito estando en Alcalá, hombre de muchas letras y entendimiento y modestia, acompañado de grandes virtudes toda su vida, que parece nuestra Señora le escogió para bien de esta Orden primitiva, estando él en Alcalá, muy fuera de tomar nuestro hábito, aunque no de ser religioso. Porque aunque sus padres tenían otros intentos, por tener mucho favor con el Rey y su gran habilidad, él estaba muy fuera de eso. Desde que comenzó a estudiar, le quería su padre poner a que estudiase leyes. Él, con ser de harta poca edad, sentía tanto, que a poder de lágrimas acabó con él que le dejase oír teología.


2. Ya que estaba graduado de maestro, trató de entrar en la Compañía de Jesús, y ellos le tenían recibido, y por cierta ocasión dijeron que se esperase unos días. Díceme él a mí que todo el regalo que tenía le daba tormento, pareciéndole que no era aquél buen camino para el cielo. Siempre tenía horas de oración y su recogimiento y honestidad en gran extremo.

3. En este tiempo entrose un gran amigo suyo por fraile de nuestra Orden en el monasterio de Pastrana, llamado fray Juan de Jesús (3)[3], también maestro. No sé si por esta ocasión de una carta que le escribió de la grandeza y antigüedad de nuestra Orden, o qué fue el principio, que le daba tan gran gusto leer todas las cosas de ella y probarlo con grandes autores, que dice que muchas veces tenía escrúpulo de dejar de estudiar otras cosas por no poder salir de éstas; y las horas que tenía recreación era ocuparse en esto. ¡Oh sabiduría de Dios y poder!, ¡cómo no podemos nosotros huir de lo que es su voluntad! Bien veía nuestro Señor la gran necesidad que había en esta obra que Su Majestad había comenzado, de persona semejante. Yo le alabo muchas veces por la merced que en esto nos hizo; que si yo mucho quisiera pedir a Su Majestad una persona para que pusiera en orden todas las cosas de la Orden en estos principios, no acertara a pedir tanto como Su Majestad en esto nos dio. Sea bendito por siempre.

4. Pues teniendo él bien apartado de su pensamiento tomar este hábito, rogáronle que fuese a tratar a Pastrana con la Priora del monasterio de nuestra Orden, que aun no era quitado de allí, para que recibiese una monja (4)[4]. ¡Qué medios toma la divina Majestad!, que para determinarse a ir de allí a tomar el hábito tuviera por ventura tantas personas que se lo contradijeran, que nunca lo hiciera. Mas la Virgen nuestra Señora, cuyo devoto es en gran extremo, le quiso pagar con darle su hábito; y así pienso que fue la medianera para que Dios le hiciese esta merced; y aun la causa de tomarle él y haberse aficionado tanto a la Orden era esta gloriosa Virgen; no quiso que a quien tanto la deseaba servir le faltase ocasión para ponerlo por obra, porque es su costumbre favorecer a los que de ella se quieren amparar.

5. Estando muchacho en Madrid, iba muchas veces a una imagen de nuestra Señora que él tenía gran devoción, no me acuerdo adónde era: llamábala «su enamorada», y era muy ordinario lo que la visitaba. Ella le debía alcanzar de su Hijo la limpieza con que siempre ha vivido. Dice que algunas veces le parecía que tenía hinchados los ojos de llorar por las muchas ofensas que se hacían a su Hijo. De aquí le nacía un ímpetu grande y deseo del remedio de las almas y un sentimiento, cuando veía ofensas de Dios, muy grande. A este deseo del bien de las almas tiene tan gran inclinación, que cualquier trabajo se le hace pequeño si piensa hacer con él algún fruto. Esto he visto yo por experiencia en hartos que ha pasado.

6. Pues llevándole la Virgen a Pastrana como engañado, pensando él que iba a procurar el hábito de la monja, y llevábale Dios para dársele a él. ¡Oh secretos de Dios! Y cómo, sin que lo queramos, nos va disponiendo para hacernos mercedes y para pagar a esta alma las buenas obras que había hecho y el buen ejemplo que siempre había dado y lo mucho que deseaba servir a su gloriosa Madre; que siempre debe Su Majestad de pagar esto con grandes premios.

7. Pues llegado a Pastrana, fue a hablar a la priora, para que tomase aquella monja, y parece que la habló para que procurase con nuestro Señor que entrase él. Como ella le vio, que es agradable su trato, de manera que, por la mayor parte, los que le tratan le aman (es gracia que da nuestro Señor), y así de todos sus súbditos y súbditas es en extremo amado; porque aunque no perdona ninguna falta (que en esto tiene extremo, en mirar el aumento de la religión), es con una suavidad tan agradable, que parece no se ha de poder quejar ninguno de él (5)[5].

8. Pues acaeciéndole a esta priora lo que a los demás, diole grandísima gana de que entrase en la Orden, y díjolo a las hermanas, que mirasen lo que les importaba, porque entonces había muy pocos o casi ninguno semejante (6)[6], y que todas pidiesen a nuestro Señor que no le dejase ir, sino que tomase el hábito.

Es esta priora grandísima sierva de Dios, que aun su oración sola pienso sería oída de Su Majestad, ¡cuánto más las de almas tan buenas como allí estaban! Todas lo tomaron muy a su cargo, y con ayunos, disciplinas y oración lo pedían continuo a Su Majestad, y así fue servido de hacernos esta merced. Que, como el padre Gracián fue al monasterio de los frailes y vio tanta religión y aparejo para servir a nuestro Señor, y sobre todo ser Orden de su gloriosa Madre que él tanto deseaba servir, comenzó a moverse su corazón para no tornar al mundo. Aunque el demonio le ponía hartas dificultades, en especial de la pena que había de ser para sus padres, que le amaban mucho y tenían gran confianza había de ayudar a remediar sus hijos, que tenían hartas hijas e hijos (7)[7], él, dejando este cuidado a Dios, por quien lo dejaba todo, se determinó a ser súbdito de la Virgen y tomar su hábito. Y así se le dieron con gran alegría de todos, en especial de las monjas y priora, que daban grandes alabanzas a nuestro Señor, pareciéndole que las había Su Majestad hecho esta merced por sus oraciones.

9. Estuvo el año de probación con la humildad que uno de los más pequeños novicios. En especial se probó su virtud en un tiempo que, faltando de allí el prior, quedó por mayor un fraile harto mozo y sin letras y de poquísimo talento ni prudencia para gobernar; experiencia no la tenía, porque había poco que había entrado. Era cosa excesiva de la manera que los llevaba y las mortificaciones que les hacía hacer; que cada vez me espanto cómo lo podían sufrir, en especial semejantes personas, que era menester el espíritu que le daba Dios para sufrirlo. Y hase visto bien después que tenía mucha melancolía y en ninguna parte (8)[8], aun por súbdito hay trabajo con él, cuánto más para gobernar; porque le sujeta mucho el humor, que él buen religioso es, y Dios permite algunas veces que se haga este yerro de poner personas semejantes para perfeccionar la virtud de la obediencia en los que ama.

10. Así debió ser aquí, que en mérito de esto (9)[9] ha dado Dios al padre fray Jerónimo de la Madre de Dios grandísima luz en las cosas de obediencia para enseñar a sus súbditos, como quien tan buen principio tuvo en ejercitarse en ella. Y para que no le faltase experiencia en todo lo que hemos menester, tuvo tres meses antes de la profesión grandísimas tentaciones. Mas él, como buen capitán que había de ser de los hijos de la Virgen, se defendía bien de ellas; que cuando el demonio más le apretaba para que dejase el hábito, con prometer de no le dejar y prometer los votos, se defendía. Diome cierta obra que escribió con aquellas grandes tentaciones, que me puso harta devoción y se ve bien la fortaleza que le daba el Señor.

11. Parecerá cosa impertinente haberme comunicado él tantas particularidades de su alma; quizá lo quiso el Señor para que yo lo pusiese aquí, porque sea Él alabado en sus criaturas; que sé yo que con confesor ni con ninguna persona se ha declarado tanto. Algunas veces había ocasión, por parecerle que con los muchos años y lo que oía de mí tendría yo alguna experiencia. A vueltas de otras cosas que hablábamos, decíame éstas y otras que no son para escribir, que harto más me alargara.

12. Ídome he, cierto, mucho a la mano, porque si viniese algún tiempo a las suyas, no le dar pena. No he podido más, ni me ha parecido (pues esto, si se hubiere de ver, será a muy largos tiempos) que se deje de hacer memoria de quien tanto bien ha hecho a esta renovación de la Regla primera. Porque, aunque no fue él el primero que la comenzó, vino a tiempo que algunas veces me pesara (10)[10] de que se había comenzado si no tuviera tan gran confianza de la misericordia de Dios. Digo las casas de los frailes, que las de las monjas, por su bondad, siempre hasta ahora han ido bien; y las de los frailes no iban mal, mas llevaba principio de caer muy presto; porque, como no tenían Provincia por sí, eran gobernados por los Calzados. A los que pudieran gobernar, que era el padre fray Antonio de Jesús, el que lo comenzó, no le daban esa mano, ni tampoco tenían constituciones dadas por nuestro reverendísimo padre General (11)[11]. En cada casa hacían como les parecía. Hasta que vinieran, o se gobernaran de ellos mismos, hubiera harto trabajo, porque a unos les parecía uno y a otros otro. Harto fatigada me tenían algunas veces.

13. Remediolo nuestro Señor por el padre maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios, porque le hicieron Comisario Apostólico y le dieron autoridad y gobierno sobre los Descalzos y Descalzas (12)[12]. Hizo constituciones para los frailes, que nosotras ya las teníamos de nuestro reverendísimo padre General, y así no las hizo para nosotras, sino para ellos con el poder apostólico que tenía y con las buenas partes que le ha dado el Señor, como tengo dicho (13)[13]. La primera vez que los visitó, lo puso todo en tanta razón y concierto, que se parecía bien ser ayudado de la divina Majestad y que nuestra Señora le había escogido para remedio de su Orden, a quien suplico yo mucho acabe con su Hijo siempre le favorezca y dé gracia para ir muy adelante en su servicio. Amén.

COMENTARIO AL CAPÍTULO 23
Encuentro con Jerónimo Gracián
Fundación del Carmelo de Sevilla

Con el capítulo 23 comienza una sección especial de cuatro capítulos, dedicados a historiar la fundación del Carmelo de Sevilla. La Santa los escribe en Toledo, al año siguiente de la fundación hispalense. Le han insistido en que se alargue en el relato. Y así lo hace. Comienza con la semblanza biográfica de Jerónimo Gracián (cap. 23), y termina la sección con otra semblanza, la primera vocación sevillana, H. Beatriz Chaves (cap. 26).

Un simpático desliz abre el capítulo primero, cuyo epígrafe anuncia la erección del Carmelo sevillano, con los correspondientes patrono y fecha. Pero desde la primera línea la pluma se le desliza al tema biográfico de Gracián, quien copa el texto íntegro de los tres folios siguientes, de suerte que al iniciar nuevo capítulo, tendrá que repetir el mismo título, porque el tema propuesto en el 23 ha quedado intacto.

He aquí el guión temático de los cuatro capítulos:

         – Cap. 23: semblanza biográfica de Gracián;
         – Cap. 24: viaje de las fundadoras de Beas a Sevilla;
         – Cap. 25: trabajosa erección del Carmelo hispalense;
         – Cap. 26: regreso de la Santa a Castilla y primera vocación andaluza.

Gracián ingresa en la historia de las fundaciones teresianas por doble motivo; porque al llegar a Beas resuelve el problema jurisdiccional de la fundación; y porque ahí mismo es él quien decide, contra el parecer de la Santa, la inmediata fundación del Carmelo de Sevilla.

En todo caso, su encuentro con la Santa en Beas es para ésta un acontecimiento excepcional. No sólo la fascina el joven carmelita descalzo, sino que capta la atención de su pluma, que se detiene morosamente a trazar su perfil: familia numerosa, brillantes estudios en Alcalá, encantadora devoción mariana, visita a Pastrana y entrada en aquel noviciado, entonces en clima de ascetismo extremoso bajo un maestro de novicios absolutamente desquiciado, refractario a las pautas del propio fray Juan de la Cruz y descalificado por el teólogo dominico Domingo Báñez.

A sus 27 años, ahí hace Gracián su entrenamiento en la vida religiosa: "Estuvo el año de probación con la humildad que uno de los más pequeños novicios" (n. 9), con buen aprendizaje "en las cosas de obediencia", "como buen capitán que había de ser de los hijos de la Virgen".

Ahí en Pastrana hace su profesión justamente cuando las cosas se han agravado con la presencia y viudez de la imprevisible princesa de Éboli. Evitando caer en su órbita, se aleja a Andalucía y llega a Beas con solos tres años de vida carmelita, pero investido ya con poderes de Visitador apostólico.

La Santa lo ve como un hombre providencial. A partir de la fundación de Descalzos en Pastrana, éstos se le han ido de la mano. No sólo por los bandazos de extremismo rigorista ("me espanto cómo lo podían sufrir": n. 9), sino porque "en cada casa hacían como les parecía", sin Constituciones a qué atenerse y uniformarse, de suerte que "llevaban principio de caer (decaer) muy pronto", hasta el punto de que "algunas veces me pesara de que se había comenzado".

Pues bien, ante esta situación la llegada de Gracián al grupo de Descalzos es para la Santa una auténtica providencia de Dios: "Si yo mucho quisiera pedir a Su Majestad una persona para que pusiera en orden todas las cosas de la Orden en estos principios, no acertara a pedir tanto como Su Majestad en esto nos dio. Sea bendito por siempre" (n. 3).

Es la tesis sostenida a lo largo del capítulo: "Parece nuestra Señora lo escogió para bien de esta Orden primitiva" (n. 1). Y lo repite literalmente al final: "Se parece bien... que nuestra Señora le había escogido para remedio de su Orden" (n. 13).

En la futura historia del Libro de las Fundaciones, esta flamante apología de Gracián y de su rol en la familia de Descazos jugará un papel decisivo. Será uno de los factores que retrasen la edición de la obra más de veinte años. Y cuando por fin la edite en 1610 el propio P. Gracián, ya expulsado de la familia teresiana, el presente capítulo provocará la ira y el rechazo de los irresponsables carmelitas españoles. Pero seguirá proclamando la personalidad y excelencias del denostado padre Gracián.

Notas del Comentario

1. Marco cronológico:
         – abril de 1575: encuentro de la Santa y Gracián en Beas:
         – 18.5.1575: salida de la Santa camino de Sevilla;
         – 26.5.1575: llegada a Sevilla;
         – otoño de 1576: en Toledo redacta este capítulo (carta 128, 5).

2. Datos biográficos de Gracián (1545‑1614):
         – 25.4.1572: toma de hábito en Pastrana;
         – 25.4.1573: profesión religiosa;
         – 29.7.1573: muere Ruy Gómez, Príncipe de Éboli;
         – 4.8.1573: patente de Visitador en Andalucía;
         – abril, 1575: encuentro con la Santa en Beas;
         – 1581: primer provincial del Carmelo teresiano;
         – 1592: es expulsado de la Orden;
         – 1593: prisionero en Túnez;
         – 1595: rescatado de la prisión;
         – 21.9.1614: muere en Bruselas.

NOTAS del texto teresiano

            [1] La Santa había escrito: 1574. Luego ella o un revisor corrigió el error.
            [2] Lo referirá por menudo en el c. 27. – El P. Gracián es personaje importantísimo en la historia teresiana y en la de sus Fundaciones. Nacido en Valladolid en 1545, entró en el noviciado de Pastrana en 1572, a sus dos años de sacerdocio, y profesó en 1573. Cuando se encontró por primera vez con la Santa en Beas por abril de 1575, ya estaba investido de cargos de suma importancia en el Carmelo español y de grave trascendencia para el porvenir de la Reforma. Santa Teresa tuvo por él una admiración superlativa, y un amor filial y materno a la vez. Estas relaciones están magníficamente documentadas en el Epistolario teresiano y en casi todos los escritos del privilegiado Padre.
            [3] Juan de Jesús, Roca, era catalán (1543), condiscípulo de Gracián en la Universidad de Alcalá, había entrado en el noviciado de Pastrana unos meses antes que éste (1/1/1572).
            [4] El monasterio... aun no era quitado de allí: se trasladaría a Segovia en abril de 1574: cf. c. 21, nn. 10-11. – Era Priora Isabel de Santo Domingo, la misma que se enfrentó valientemente con la Princesa de Éboli. – La monja cuya entrada negoció Gracián fue Bárbara del Espíritu Santo.
            [5] El periodo queda inconcluso a causa de los numerosos incisos. Lo reanuda así: «Como ella lo vio... (sigue la serie de incisos: n. 7), diole grandísima gana de que entrase en la Orden...» (n. 8).
            [6] O casi ninguno semejante, es aclaración que agregó la Santa entre líneas, insistiendo en su apreciación de la excepcionalidad de Gracián.
            [7] Llegaron a ser; sobrevivieron 13.
            [8] En ninguna parte... se libra de ella (de la melancolía); tal parece ser el sentido de la frase, truncada. – Se trata de fray Ángel de S. Gabriel, que por aquellas fechas desempañó el cargo de Maestro de Novicios, abundando en terribles austeridades y pruebas ascéticas: hubo de ser desautorizado por el P. Báñez y depuesto por San Juan de la Cruz, quien con fino tacto enderezó y encauzó aquellos fervores descabellados. – El prior ausente era Baltasar de Jesús (Nieto).
            [9] En mérito: quizá quiera decir «en pago» o «en premio».
            [10] La Santa había escrito: Me iba a (pesar), pero tachó y matizó diversamente su acerbo juicio. – Unas líneas más adelante hizo otro tanto: No tenían Provincial, había escrito: No tenían cabeza (superior).
            [11] La Santa parece negar que los descalzos tuviesen constituciones propias dadas por Rubeo. Lo repetirá en el n. 13. Sin embargo, hacia 1568 el P. General había redactado o hecho redactar un texto de constituciones calcadas sobre las de la Santa para las monjas. De este texto conservamos sólo el borrador, e ignoramos si llegó a ser promulgado.
            [12] Gracián (fray Jerónimo de la M. de Dios), fue nombrado por Vargas Visitador Apostólico Delegado en septiembre de 1573. En 1574 pasó a ser Vicario Provincial de los Descalzos y Visitador Apostólico de los Calzados de Andalucía. Al año siguiente, 1575, su autoridad se extendió a toda la Reforma teresiana.
            [13] Cf. prólogo de las Constituciones, p. 1571. Sobre las Constituciones del P. Gracián, cf. FRANCISCO DE SANTA MARÍA, Reforma, t. 1, L. 3, c. 41, p. 530.


LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS


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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)