Libro de las Fundaciones
CAPÍTULO 22
En que se trata de la fundación del glorioso San
José del Salvador, en el lugar de Beas, año de 1575, día de Santo Matía (1)[1].
1. En el tiempo que tengo dicho que me mandaron ir a
Salamanca desde La Encarnación (2)[2],
estando allí, vino un mensajero de la villa de Beas, con cartas para mí de una
señora de aquel lugar y del beneficiado de él y de otras personas, pidiéndome
fuese a fundar un monasterio, porque ya tenían casa para él, que no faltaba
sino irle a fundar.
2. Yo me informé del hombre. Díjome grandes bienes
de la tierra, y con razón, que es muy deleitosa y de buen temple. Mas mirando
las muchas leguas que había desde allí allá, pareciome desatino; en especial
habiendo de ser con mandado del Comisario Apostólico, que –como he dicho– (3)[3]
era enemigo, o al menos no amigo, de que fundase. Y así quise responder que no
podía, sin decirle nada. Después me pareció que, pues estaba a la sazón en
Salamanca, que no era bien hacerlo sin su parecer, por el precepto que me tenía
puesto nuestro reverendísimo padre General de que no dejase fundación.
3. Como él vio las cartas, enviome a decir que no le
parecía cosa desconsolarlas, que se había edificado de su devoción; que les
escribiese que, como tuviesen la licencia de su Orden (4)[4],
que se proveería para fundar; que estuviese segura que no se la darían, que él
sabía de otras partes de los Comendadores que en muchos años no la habían podido
alcanzar, y que no las respondiese mal. Algunas veces pienso en esto y cómo lo
que nuestro Señor quiere, aunque nosotros no queramos, se viene a que, sin
entenderlo, seamos el instrumento, como aquí fue el padre Maestro fray Pedro
Fernández, que era el Comisario; y así, cuando tuvieron la licencia no la pudo
él negar, sino que se fundó de esta suerte (5)[5]:
4. Fundose este monasterio del bienaventurado San
José de la villa de Beas, día de Santo Matía, año de 1575. Fue su principio de
la manera que se sigue, para honra y gloria de Dios:
Había en esta villa un caballero que se llamaba
Sancho Rodríguez de Sandoval, de noble linaje, con hartos bienes temporales.
Fue casado con una señora llamada doña Catalina Godínez. Entre otros hijos que
nuestro Señor les dio, fueron dos hijas, que son las que han fundado el dicho
monasterio, llamadas la mayor Doña Catalina Godínez, y la menor Doña María de
Sandoval. Habría la mayor catorce años (6)[6],
cuando nuestro Señor la llamó para sí. Hasta esta edad estaba muy fuera de
dejar el mundo; antes tenía una estima de sí de manera que le parecía todo era
poco lo que su padre pretendía en casamientos que la traían.
5. Estando un día en una pieza que estaba después de
la que su padre estaba, aun no siendo levantado, acaso llegó a leer en un
crucifijo que allí estaba el título que se pone sobre la cruz, y súbitamente,
en leyéndole, la mudó toda el Señor; porque ella había estado pensando en un
casamiento que la traían, que le estaba demasiado bien, y diciendo entre sí: «¡Con
qué poco se contenta mi padre, con que tenga un mayorazgo, y pienso yo que ha
de comenzar mi linaje en mí!». No era inclinada a casarse, que le parecía cosa
baja estar sujeta a nadie, ni entendía por dónde le venía esta soberbia.
Entendió el Señor por dónde la había de remediar. Bendita sea su misericordia.
6. Así como leyó el título, le pareció había venido
una luz a su alma para entender la verdad, como si en una pieza oscura entrara
el sol; y con esta luz puso los ojos en el Señor que estaba en la cruz corriendo
sangre, y pensó cuán maltratado estaba, y en su gran humildad, y cuán diferente
camino llevaba ella yendo por soberbia. En esto debía estar algún espacio, que
la suspendió el Señor. Allí le dio Su Majestad un propio conocimiento grande de
su miseria, y quisiera que todos lo entendieran. Diole un deseo de padecer por
Dios tan grande, que todo lo que pasaron los mártires quisiera ella padecer
junto, una humillación tan profunda de humildad y aborrecimiento de sí, que, si
no fuera por no haber ofendido a Dios, quisiera ser una mujer muy perdida para
que todos la aborrecieran. Y así se comenzó a aborrecer con grandes deseos de
penitencia, que después puso por obra. Luego prometió allí castidad y pobreza,
y quisiera verse tan sujeta, que a tierra de moros se holgara entonces la
llevaran por estarlo. Todas estas virtudes le han durado de manera que se vio
bien ser merced sobrenatural de nuestro Señor, como adelante se dirá para que
todos le alaben.
7. Seáis Vos bendito, mi Dios, por siempre jamás,
que en un momento deshacéis un alma y la tornáis a hacer. ¿Qué es esto, Señor?
Querría yo preguntar aquí lo que los Apóstoles cuando sanasteis el ciego os
preguntaron, diciendo si lo habían pecado sus padres (7)[7].
Yo digo que quién había merecido tan soberana merced. Ella no, porque ya está
dicho de los pensamientos que la sacasteis cuando se la hicisteis. ¡Oh, grandes
son vuestros juicios, Señor! Vos sabéis lo que hacéis, y yo no sé lo que me
digo, pues son incomprensibles vuestras obras y juicios. Seáis por siempre glorificado,
que tenéis poder para más. ¿Qué fuera de mí, si esto no fuera? Mas... si fue
alguna parte su madre (8)[8],
que era tanta su cristiandad, que sería posible quisiese vuestra bondad, como
piadoso, que viese en su vida tan gran virtud en las hijas. Algunas veces
pienso hacéis semejantes mercedes a los que os aman, y vos les hacéis tanto
bien como es darles con qué os sirvan.
8. Estando en esto, vino un ruido tan grande encima
en la pieza, que parecía toda se venía abajo. Pareció que por un rincón bajaba
todo aquel ruido adonde ella estaba, y oyó unos grandes bramidos que duraron
algún espacio, de manera que a su padre, que aun –como he dicho– (9)[9]
no era levantado, le dio tan gran temor, que comenzó a temblar y, como
desatinado, tomó una ropa y su espada y entró allá, y muy demudado le preguntó
qué era aquello. Ella le dijo que no había visto nada. El miró otra pieza más
adentro, y como no vio nada, díjola que se fuese con su madre, y a ella le dijo
que no la dejase estar sola, y le contó lo que había oído.
9. Bien se da a entender de aquí lo que el demonio
debe sentir cuando ve perder un alma de su poder que él tiene ya por ganada.
Como es tan enemigo de nuestro bien, no me espanto que viendo hacer al piadoso
Señor tantas mercedes juntas, se espantase él e hiciese tan gran muestra de su
sentimiento; en especial, que entendería que con la riqueza que quedaba en
aquel alma había de quedar él sin algunas otras que tenía por suyas. Porque
tengo para mí que nunca nuestro Señor hace merced tan grande, sin que alcance
parte a más que la misma persona. Ella nunca dijo de esto nada; mas quedó con
grandísima gana de religión y lo pidió mucho a sus padres. Ellos nunca se lo
consintieron.
10. A cabo de tres años que mucho lo había pedido,
como vio que esto no querían, se puso en hábito honesto, día de San José (10)[10].
Díjolo a sola su madre, con la cual fuera fácil de acabar que la dejara ser
monja. Por su padre no osaba. Y fuese así a la iglesia, porque como la hubiesen
visto en el pueblo, no se lo quitasen. Y así fue, que pasó por ello. En estos
tres años tenía horas de oración, y mortificarse en todo lo que podía, que el
Señor la enseñaba. No hacía sino entrarse a un corral y mojarse el rostro y
ponerse al sol, para que por parecer mal la dejasen los casamientos que todavía
la importunaban.
11. Quedó de manera en no querer mandar a nadie,
que, como tenía cuenta con la casa de su padre, le acaecía, de ver que había
mandado a las mujeres, que no podía menos, aguardar a que estuviesen dormidas y
besarlas los pies, fatigándose porque siendo mejores que ella la servían. Como
de día andaba ocupada con sus padres, cuando había de dormir, era toda la noche
gastarla en oración, tanto que mucho tiempo se pasaba con tan poco sueño que
parecía imposible, si no fuera sobrenatural. Las penitencias y disciplinas eran
muchas, porque no tenía quien la gobernase, ni lo trataba con nadie. Entre
otras, le duró una cuaresma traer una cota de malla de su padre a raíz de las
carnes. Iba a una parte a rezar desviada, adonde le hacía el demonio notables
burlas. Muchas veces comenzaba a las diez de la noche la oración, y no se
sentía hasta que era de día.
12. En estos ejercicios pasó cerca de cuatro años,
que comenzó el Señor a que le sirviese en otros mayores, dándole grandísimas
enfermedades y muy penosas, así de estar con calentura continua y con
hidropesía y mal de corazón; un zaratán (11)[11]
que le sacaron. En fin, duraron estas enfermedades casi diecisiete años, que
pocos días estaba buena. Después de cinco años que Dios le hizo esta merced,
murió su padre (12)[12].
Y su hermana, en habiendo catorce años (que fue uno después que su hermana hizo
esta mudanza), se puso también hábito honesto, con ser muy amiga de galas, y
comenzó también a tener oración. Y su madre ayudaba a todos sus buenos ejercicios
y deseos, y así tuvo por bien que ellas se ocupasen en uno harto virtuoso y
bien fuera de quien eran: fue en enseñar niñas a labrar (13)[13]
y a leer, sin llevarles nada, sino sólo por enseñarlas a rezar y la doctrina.
Hacíase mucho provecho, porque acudían muchas, que aun ahora se ve en ellas las
buenas costumbres que deprendieron cuando pequeñas. No duró mucho, porque el
demonio, como le pesaba de la buena obra, hizo que sus padres tuviesen por
poquedad que les enseñasen las hijas de balde. Esto, junto con que la
comenzaron a apretar las enfermedades, hizo que cesase.
13. Cinco años después que murió su padre de estas
señoras, murió su madre y, como el llamamiento de la doña Catalina había sido
siempre para monja, sino que no lo había podido acabar con ellos, y luego se
quiso ir a ser monja, porque allí no había monasterio en Beas. Sus parientes la
aconsejaron que, pues ellas tenían para fundar monasterio razonablemente, que
procurasen fundarle en su pueblo, que sería más servicio de nuestro Señor. Como
es lugar de la Encomienda de Santiago, era menester licencia del Consejo de las
Órdenes, y así comenzó a poner diligencia en pedirla (14)[14].
14. Fue tan dificultoso de alcanzar, que pasaron
cuatro años, adonde pasaron hartos trabajos y gastos; y hasta que se dio una
petición, suplicándolo al mismo Rey, ninguna cosa les había aprovechado. Y fue
de esta manera, que, como era la dificultad tanta, sus deudos le decían que era
desatino, que se dejase de ello; y como estaba casi siempre en la cama con tan grandes
enfermedades como está dicho, decían que ningún monasterio la admitirían para
monja. Ella dijo que, si en un mes la daba nuestro Señor salud, que entenderían
era servido de ello y que ella misma iría a la Corte a procurarlo. Cuando esto
dijo, había más de medio año que no se levantaba de la cama, y había casi ocho
que casi no se podía menear de ella. En este tiempo tenía calentura continua
ocho años había, hética (15)[15]
y tísica, hidrópica, con un fuego en el hígado que se abrasaba, de suerte que
aun sobre la ropa era el fuego de suerte que se sentía y le quemaba la camisa,
cosa que parece no creedera, y yo misma me informé del médico de estas
enfermedades que a la sazón tenía, que estaba harto espantado. Tenía también
gota artética y ciática (16)[16].
15. Una víspera de San Sebastián (17)[17],
que era sábado, la dio nuestro Señor tan entera salud, que ella no sabía cómo
encubrirlo para que no se entendiese el milagro. Dice que cuando nuestro Señor
la quiso sanar le dio un temblor interior, que pensó iba ya a acabar la vida.
Su hermana y ella vio en sí grandísima mudanza, y en el alma dice que se sintió
otra, según quedó aprovechada. Y mucho más contento le daba la salud por poder
procurar el negocio del monasterio, que de padecer ninguna cosa se le daba. Porque
desde el principio que Dios la llamó, le dio un aborrecimiento consigo, que
todo se le hacía poco. Dice que le quedó un deseo de padecer tan poderoso, que
suplicaba a Dios muy de corazón que de todas maneras la ejercitase en esto.
16. No dejó Su Majestad de cumplirle este deseo, que
en estos ocho años la sangraron más de quinientas veces, sin tantas ventosas
sajadas, que tiene el cuerpo de suerte que lo da a entender (18)[18].
Algunas le echaban sal en ellas, que dijo un médico era bueno para sacar la
ponzoña de un dolor de costado, que éstos tuvo más de veinte veces. Lo que es
más de maravillar, que así como le decían un remedio de éstos el médico, estaba
con gran deseo de que viniese la hora en que le habían de ejecutar, sin ningún
temor, y ella animaba los médicos para los cauterios, que fueron muchos, por el
zaratán y otras ocasiones que hubo para dárselos. Dice que lo que la hacía
desearlo, era para probar si los deseos que tenía de ser mártir eran ciertos.
17. Como ella se vio súbitamente buena, trató con su
confesor y con el médico que la llevasen a otro pueblo, para que pudiesen decir
que la mudanza de la tierra lo había hecho. Ellos no quisieron; antes los
médicos lo publicaron, porque ya la tenían por incurable, a causa que echaba
sangre por la boca, tan podrida, que decían era ya los pulmones. Ella se estuvo
tres días en la cama, que no se osaba levantar, porque no se entendiese su
salud; mas, como tan poco se puede encubrir como la enfermedad, aprovechó poco.
18. Díjome que el agosto antes, suplicando un día a
nuestro Señor que o le quitase aquel deseo tan grande que tenía de ser monja y
hacer el monasterio, o le diese medios para hacerle, con mucha certidumbre le
fue asegurado que estaría buena a tiempo que pudiese ir a la cuaresma para
procurar la licencia. Y así, dice que en aquel tiempo, aunque las enfermedades
cargaron mucho más, nunca perdió la esperanza que le había el Señor de hacer
esta merced. Y aunque la olearon (19)[19]
dos veces, tan al cabo la una, que decía el médico que no había para qué ir por
el óleo, que antes moriría, nunca dejaba de confiar del Señor que había de
morir monja. No digo que en este tiempo la olearon las dos veces, que hay de
agosto a San Sebastián, sino antes.
Sus hermanos y deudos, como vieron la merced y el
milagro que el Señor había hecho en darle tan súbita salud, no osaron
estorbarle la idea, aunque parecía desatino. Estuvo tres meses en la Corte, y
al fin no se la daban. Como dio esta petición al Rey y supo que era de
Descalzas del Carmen, mandola luego dar (20)[20].
19. Al venir a fundar el monasterio, se pareció bien
que lo tenía negociado con Dios en quererlo aceptar los prelados, siendo tan
lejos y la renta muy poca. Lo que Su Majestad quiere no se puede dejar de
hacer. Así vinieron las monjas al principio de cuaresma, año de 1575. Recibiolas
el pueblo con gran solemnidad y alegría y procesión. En lo general fue grande
el contento; hasta los niños mostraban ser obra de que se servía nuestro Señor.
Fundose el monasterio, llamado San José del Salvador, esta misma cuaresma, día
de Santo Matía (21)[21].
20. En el mismo tomaron hábito las dos hermanas (22)[22],
con gran contento. Iba adelante la salud de doña Catalina. Su humildad y
obediencia y deseo de que la desprecien da bien a entender haber sido sus
deseos verdaderos, para servicio de nuestro Señor. ¡Sea glorificado por siempre
jamás! (23)[23].
21. Díjome esta hermana, entre otras cosas, que
habrá casi viente años que se acostó una noche deseando hallar la más perfecta
Religión que hubiese en la tierra para ser en ella monja, y que comenzó a
soñar, a su parecer, que iba por un camino muy estrecho y angosto y muy
peligroso para caer en unos grandes barrancos que parecían, y vio un fraile
Descalzo, que en viendo a fray Juan de la Miseria (un frailecico lego de la
Orden, que fue a Beas estando yo allí) (24)[24],
dice que le pareció el mismo que había visto; le dijo: «Ven conmigo, hermana»;
y la llevó a una casa de gran número de monjas, y no había en ella otra luz
sino de unas velas encendidas que traían en las manos. Ella preguntó qué Orden
era, y todas callaron y alzaron los velos y los rostros alegres y riendo. Y
certifica que vio los rostros de las hermanas mismas que ahora ha visto, y que
la priora la tomó de la mano y la dijo: «Hija, para aquí os quiero yo», y mostrole
las Constituciones y Regla. Y cuando despertó de este sueño, fue con un
contento que le parecía haber estado en el cielo, y escribió lo que se le
acordó de la Regla, y pasó mucho tiempo que no lo dijo a confesor ni a ninguna
persona, y nadie no le sabía decir de esta Religión.
22. Vino allí un padre de la Compañía, que sabía sus
deseos, y mostrole el papel, y díjole que si ella hallase aquella Religión que
estaría contenta porque entraría luego en ella (25)[25].
Él tenía noticia de estos monasterios, y díjole cómo era aquella Regla de la
Orden de nuestra Señora del Carmen, aunque no dio, para dársela a entender,
esta claridad, sino de los monasterios que fundaba yo; y así procuró hacerme
mensajero, como está dicho (26)[26].
23. Cuando trajeron la respuesta, estaba ya tan
mala, que le dijo su confesor que se sosegase, que aunque estuviera en el
monasterio la echaran, cuánto más tomarla ahora. Ella se afligió mucho, y
volviose a nuestro Señor con grandes ansias y díjole: «Señor mío y Dios mío: yo
sé por la fe que Vos sois el que todo lo podéis; pues, vida de mi alma, o haced
que se me quiten estos deseos, o me dad medios para cumplirlos». Esto decía con
una confianza muy grande, suplicando a nuestra Señora, por el dolor que tuvo
cuando a su Hijo vio muerto en sus brazos, le fuese intercesora. Oyó una voz en
lo interior que le dijo: «Cree y espera, que Yo soy el que todo lo puede; tú
tendrás salud; porque el que tuvo poder para que de tantas enfermedades, todas
mortales de suyo, y les mandó que no hiciesen su efecto, más fácil le será
quitarlas». Dice que fueron con tanta fuerza y certidumbre estas palabras, que
no podía dudar de que se había de cumplir su deseo, aunque cargaron muchas más
enfermedades, hasta que el Señor le dio la salud que hemos dicho. Cierto,
parece cosa increíble lo que ha pasado. A no me informar yo del médico y de las
que estaban en su casa y de otras personas, según soy ruin, no fuera mucho
pensar que era alguna cosa encarecimiento.
24. Aunque está flaca, tiene ya salud para guardar
la Regla, y buen sujeto; una alegría grande, y en todo –como tengo dicho– (27)[27]
una humildad que a todas nos hacía alabar a nuestro Señor. Dieron lo que tenían
de hacienda entrambas, sin ninguna condición, a la Orden; que si no las
quisieran recibir por monjas, no pusieron ningún apremio (28)[28].
Es un desasimiento grande el que tiene de sus deudos y tierra, y siempre gran
deseo de irse lejos de allí, y así importuna harto a los prelados, aunque la
obediencia que tiene es tan grande, que así está allí con algún contento. Y por
lo mismo tomó velo, que no había remedio con ella que fuese del coro, sino
freila; hasta que yo la escribí diciéndola muchas cosas y riñéndola porque
quería otra cosa de lo que era voluntad del padre provincial (29)[29],
que aquello no era merecer más, y otras cosas, tratándola ásperamente. Y éste
es su mayor contento, cuando así la hablan. Con esto se pudo acabar con ella,
harto contra su voluntad. Ninguna cosa entiendo de esta alma que no sea para
ser agradable a Dios, y así lo es con todas. Plega a Su Majestad la tenga de su
mano, y la aumente las virtudes y gracia que le ha dado para mayor servicio y
honra suya. Amén.
[1]La Santa había escrito: 1574. Erró sistemáticamente la fecha de esta fundación: véanse los nn. 4 y 19. Pero las tres veces fue corregido el 4 final por un cinco; retenemos la enmienda, aunque ciertamente no debida a la pluma teresiana.
[2]En 1573, por orden del P. Pedro Fernández (cf. n. 2); lo dejó historiado en el c. 21, n. 1.[4]Su Orden: La Orden de Santiago, a cuya Encomienda pertenecía Beas (cf. n. 13). – Comendadores: los Caballeros de Santiago que formaban el Consejo de la Orden.
[5]Comienza aquí el relato de la fundación que la Santa hace sobre un guión redaccional que tiene ante sí. Hemos visto otro caso semejante en la fundación de Alba (c. 20, n. 2).
[6]«Acababa de cumplir los 15» (Silverio).
[7]Cf. Jn 9, 2.
[8]La interrogación es un modo de introducir suavemente una objeción contra lo que se viene diciendo:
– ¿Quién había merecido esta merced?
– ¡Ella no!
– Mas ¿si la mereció su madre?
– Era tanta su cristiandad, que sería posible...
[9]En el n. 5.
[10]Día de S. José: lo añadió entre líneas. Era el 19/3/1558.– ¡Ella no!
– Mas ¿si la mereció su madre?
– Era tanta su cristiandad, que sería posible...
[9]En el n. 5.
[11]Cáncer de pecho.
[12]En 1560. – Su madre /cf. n. 13), en 1565.
[13]Labrar: hacer labores de aguja.
[14]Consejo de las Órdenes: suprema asamblea rectora de las Órdenes de Caballería en España.
[15]Hética: consumida por una calentura lenta llamada hética por los doctores coetáneos. Hética y tísica (cf Vida c. 5, n. 8).
[16]Gota artética y ciática (en el autógrafo: ceática): gota artética era la que atacaba a los «artejos» y demás articulaciones de los miembros; y ciática, la que atacaba a las caderas y muslos.
[17]19 de enero de 1574.
[18]Sin tantas ventosas sajadas, es decir, sin contar las muchas ventosas...
[19]Le administraron la Extrema Unción.
[20]Alude a lo referido en el n. 14.
[21]El 25 de febrero. En el viaje habían acompañado a la Santa, Julián de Ávila, Antonio Gaytán y el sacerdote Gregorio Martínez que allí mismo tomó el hábito con el nombre de Gregorio Nacianceno. Por Priora quedó la célebre Ana de Jesús.
[22]En religión se llamaron Catalina de Jesús (de 33 años) y María de Jesús (de 29). La primera sucedió en el priorato a la famosa Ana de Jesús, y todas ellas fueron aventajadas discípulas de San Juan de la Cruz.
[23]Por siempre jamás amén, había escrito. Lo que sigue es una especie de apéndice añadido al precedente relato. Cf. n. 4 nota.
[24]Cf. c. 17, n. 6 y 14-15.
[25]El papel en que había resumido las Constituciones y la Regla vistas en sueños (n. 21). – El Padre de la Compañía fue Bartolomé Bustamante, secretario en otro tiempo del Cardenal Pardo de Tavera.
[26]En el n. 1.
[27]En el n. 6.
[28]Premio, escribe la Santa, como en otras ocasiones.
[29]Jerónimo Gracián.
COMENTARIO AL CAPÍTULO 22
Fundación en Beas de Segura (Jaén)
La fundación del Carmelo de Beas es, sin duda, la más
audaz y aventurera de las gestas fundacionales de la Santa. Viaje largo y
peligroso, a los 60 años de edad. En uno de los momentos más cruciales, tanto
de su salud física como de su obra de escritora. Arriesgando inconscientemente
sus relaciones con el Superior General de la Orden.
También esta vez el proyecto surge en las trabajosas
jornadas de Salamanca, hacia 1573. Tardará dos años en afrontarlo. Cuando a
principios de 1575 se lo anticipa a su amigo don Teutonio de Braganza, le
cuenta que en ese momento la urgen para fundar en Zamora, en Torrijos, en
Madrid, en Caravaca. Ella opta por la oferta de Beas de Segura, y ya tiene
previsto el guión de ruta:
"Yo me partiré de aquí (escribe desde Valladolid el
2 de enero) en pasando los Reyes. Voy a Ávila, y el camino por Medina, adonde
no creo me detendré sino un día o dos, y en Ávila tampoco, que iré luego a
Toledo. Querría echar a un cabo esto de Beas... ", y seguirá por Malagón, donde
enrolará en la comitiva a la futura priora de Sevilla, María de San José, y
afrontará enseguida el paso de Despeñaperros y los riesgos casi mortales de
Sierra Morena, especialmente en la última jornada, al pasar los "riscos
altísimos" de Gualdinfierno.
Todo en pleno invierno. Hasta llegar a Beas el 16 de
febrero, e inaugurar el nuevo convento el día 24.
En la decisión de iniciar esta primera fundación
andaluza hubo de superar graves dificultades, que ella apunta al comienzo del
relato: primero, porque Beas era una pequeña población, sita más allá de los
confines de Castilla, mientras Teresa prefiere instalar sus Carmelos en
ambientes ciudadanos y carece de facultades para erigirlos fuera de Castilla, y
sobre todo porque Beas pertenece a la encomienda de la Orden de Santiago, que
muy difícilmente se plegaría a conceder la licencia de fundación.
Dificultades, todas ellas, pronto superadas.
Y una vez más el relato fundacional se convierte en
monografía de las dos hermanas fundadoras, que la esperan impacientes en Beas:
son Catalina Godínez y María de Sandoval. Con la particularidad de que en el
presente capítulo a Teresa le han suministrado un borrador de los sucesos que
le sirve de calco para la extensa narración biográfica de una de las dos
fundadoras. Con un desarrollo sencillo del tema:
– Antecedentes
y difícil decisión de fundar en Beas (nn. 1‑3);
– Calco de
la crónica ajena (nn. 4‑24);
– Las dos
hermanas fundadoras Godínez‑Sandoval (nn. 4‑13);
– La
licencia del Consejo de Órdenes (nn. 14‑18);
– Sucesos
tras la llegada de la Santa a Beas (nn. 19‑24).
En el trasfondo del capítulo se silencian casi del todo
los dos o tres episodios más incisivos.
Sólo más adelante explicará la Santa que "cuando
fui a Beas, si entendiera que era provincia de Andalucía, en ninguna manera
fuera, y fue el engaño que la tierra aún no es del Andalucía, de creo cuatro o
cinco leguas adelante comienza, mas la provincia sí" (c, 24, 4). Se lo
aclaró Gracián: "Averiguose que en cuanto a los pleitos seglares de las
chancillerías era distrito de Castilla, mas en cuanto a las religiones era
provincia de Andalucía" (Scholias...). Sólo que esa aclaración de Gracián
llegó cuando la fundación era ya un hecho consumado.
También remitirá para capítulos futuros la referencia a
otro gran acontecimiento de su vida: fue aquí donde en la primavera de 1575 la
Santa se encuentra por primera vez con el P. Jerónimo Gracián, que en adelante
será su confidente y colaborador más asiduo e inmediato.
Silencia igualmente otro de los acontecimientos fuertes
de su biografía: aquí en Beas le llega la noticia de la delación y el secuestro
de su Libro de la Vida por los inquisidores madrileños. Lo refiere, emocionada,
la más insigne de sus compañeras, Ana de Jesús, en ese momento priora del
Carmelo de Beas:
"Estando la Madre en Beas, llegó un mensajero de
Valladolid con carta del Obispo de Palencia, don Álvaro de Mendoza y de
nuestras monjas, en que la escribían había buscado la inquisición el libro en
que había escrito su vida... y que andaban con cuidado buscando todos los
papeles y escritos que había de esto".
Era ya a principios de mayo. Y el único eco de la
denuncia por parte de la Santa es quizá su carta de respuesta al Obispo don
Álvaro, el 11 de mayo de ese año: "Cada día entiendo más la merced que me
hace nuestro Señor en tener entendido el bien que hay en padecer para llevar
con quietud el poco contento que hay en las cosas de esta vida..." (carta
80, 1).
El dato más relevante en la historia de los orígenes de
este Carmelo es ya posterior al relato de la Santa. Con la llegada de fray Juan
de la Cruz al retiro de el Calvario en 1578, Beas se convertirá en una especie
de feudo espiritual de su magisterio. Ahí entabla relaciones profundas con la
futura destinataria del Cántico Espiritual, primera priora de la Comunidad, Ana
de Jesús. A las carmelitas de Beas dedica gran parte de sus Dichos de luz y
amor. E incluso cuando en 1586 muera la fundadora Catalina de Jesús (Godínez), el
mismo fray Juan de la Cruz transcribirá de propia mano el texto de su
autobiografía, ahora editado en facsímil por Eduardo de Santa Teresa (Vitoria, 1948).
De hecho, el reducido número de carmelitas selectas de
Beas, será –después de la Encarnación de Ávila– la gran escuela y cátedra
espiritual del Santo.
Notas del Comentario
1. Fechas referentes a la fundación de Beas:
– 19.5.1574,
licencia regia para fundar en Beas;
– 2.1.1575,
proyecto de viaje (carta 79);
– 14.2.1575,
salida de Malagón: 10 monjas y una aspirante;
–
16.2.1575, llegada a Beas;
– 24.2.1575,
inauguración del nuevo Carmelo;
– Abril de
1575, llega el P. Gracián a Beas;
– 18.5.1575,
salida de Beas para Sevilla;
– 14.9.1576,
profesión religiosa de Catalina de Jesús (Godínez);
– 1578, fray
Juan de la Cruz visita asiduamente el Carmelo de Beas;
– 11.6.1582,
Catalina de Jesús es elegida priora, sucesora de Ana de Jesús;
– 24.2.1586,
muere la M. Catalina, siendo priora del Carmelo de Beas;
– 1587–...?,
san Juan de la Cruz transcribe la nota autobiográfica de la M. Catalina sobre
los orígenes del Carmelo de Beas.
2. Catalina de Jesús (Godínez) es la iniciadora de la
fundación de Beas. De vida espiritual altamente cotizada por San Juan de la
Cruz y por el P. Jerónimo Gracián. Según éste, "la Madre Catalina es de
las mayores santas de la Orden" (Peregrinación
de Anastasio..., diál. 16). De ella transcribe numerosos avisos
espirituales, conservados autógrafos en el Carmelo de Consuegra. – A las
carmelitas de Beas dirigirá san Juan de la Cruz varias de sus cartas y parte de
sus Avisos y Dichos de luz y amor.
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