Libro de las Fundaciones
CAPÍTULO 26
Prosigue en la misma fundación del monasterio de San
José de la ciudad de Sevilla. Trata algunas cosas de la primera monja que entró
en él, que son harto de notar.
1. Bien podéis considerar, hijas mías, el consuelo
que teníamos aquel día. De mí os sé decir que fue muy grande. En especial me le
dio ver que dejaba a las hermanas en casa tan buena y en buen puesto, y
conocido el monasterio, y en casa monjas que tenían para pagar la más parte de
la casa; de manera que con las que faltaban del número, por poco que trajesen,
podían quedar sin deuda (1)[1].
Y, sobre todo, me dio alegría haber gozado de los trabajos, y cuando había de
tener algún descanso, me iba, porque esta fiesta fue el domingo antes de Pascua
del Espíritu Santo, año 1576, y luego el lunes siguiente me partí yo (2)[2],
porque la calor entraba grande y por si pudiese ser no caminar la Pascua y
tenerla en Malagón, que bien quisiera poderme detener algún día, y por esto me
había dado harta prisa.
2. No fue el Señor servido que siquiera oyese un día
misa en la iglesia. Harto se les aguó el contento a las monjas con mi partida
(3)[3],
que sintieron mucho, como habíamos estado aquel año juntas y pasado tantos
trabajos, que –como he dicho– (4)[4]
los más graves no pongo aquí; que, a lo que me parece, dejada la primera
fundación de Ávila –que aquí no hay comparación–, ninguna me ha costado tanto
como ésta, por ser trabajos, los más, interiores. Plega a la divina Majestad
que sea siempre servido en ella, que, con esto, es todo poco, como yo espero
que será. Que comenzó Su Majestad a traer buenas almas a aquella casa, que las
que quedaron de las que llevé conmigo, que fueron cinco, ya os he dicho (5)[5]
cuán buenas eran algo de lo que se puede decir, que lo menos es. De la primera
que aquí entró quiero tratar, por ser cosa que os dará gusto.
3. Es una doncella, hija de padres muy cristianos,
montañés el padre (6)[6].
Esta, siendo de muy pequeña edad, como de siete años, pidiola a su madre una
tía suya para tenerla consigo, que no tenía hijos. Llevada a su casa, como la
debía regalar y mostrar el amor que era razón, ellas (7)[7]
debían tener esperanza que les había de dar su hacienda, antes que la niña
fuese a su casa; y estaba claro que, tomándola amor, lo había de querer más
para ella. Acordaron quitar aquella ocasión con un hecho del demonio, que fue
levantar a la niña que quería matar a su tía y que para esto había dado a la
una no sé qué maravedís que la trajese de solimán (8)[8].
Dicho a la tía, como todas tres decían una cosa, luego las creyó, y la madre de
la niña también, que es una mujer harto virtuosa.
4. Toma la niña y llévala a su casa, pareciéndole se
criaba en ella una muy mala mujer. Díceme la Beatriz de la Madre de Dios, que
así se llama, que pasó más de un año que cada día la azotaba y atormentaba y
hacíala dormir en el suelo, porque le había de decir tan gran mal. Como la
muchacha decía que no lo había hecho ni sabía qué cosa era solimán, pareciole
muy peor, viendo que tenía ánimo para encubrirlo. Afligíase la pobre madre de
verla tan recia en encubrirlo, pareciéndole nunca se había de enmendar. Harto
fue no se lo levantar la muchacha para librarse de tanto tormento; mas Dios la
tuvo, como era inocente, para decir siempre verdad. Y como Su Majestad torna
por los que están sin culpa, dio tan gran mal a las dos de aquellas mujeres,
que parecía tenían rabia, y secretamente enviaron por la niña, la tía, y la
pidieron perdón, y viéndose a punto de muerte, se desdijeron; y la otra hizo
otro tanto, que murió de parto. En fin, todas tres murieron con tormento en
pago del que habían hecho pasar a aquella inocente (9)[9].
5. Esto no lo sé de sola ella, que su madre,
fatigada, después que la vio monja, de los malos tratamientos que la había
hecho, me lo contó con otras cosas, que fueron hartos sus martirios; y no
teniendo su madre más y siendo harto buena cristiana, permitía Dios que ella
fuese el verdugo de su hija, queriéndola muy mucho. Es mujer de mucha verdad y
cristiandad.
6. Habiendo la niña como poco más de doce años,
leyendo en un libro que trata de la vida de Santa Ana, tomó gran devoción con
los santos del Monte Carmelo, que dice allí que su madre de Santa Ana que iba a
tratar con ellos muchas veces (creo se llama Merenciana) (10)[10],
y de aquí fue tanta la devoción que tomó con esta Orden de Nuestra Señora, que
luego prometió ser monja de ella, y castidad. Tenía muchos ratos de soledad,
cuando ella podía, y oración. En ésta le hacía Dios grandes mercedes, y nuestra
Señora, y muy particulares. Ella quisiera luego ser monja. No osaba por sus
padres, ni tampoco sabía adónde hallar esta Orden, que fue cosa para notar, que
con haber en Sevilla monasterio de ella de la Regla mitigada, jamás vino a su
noticia, hasta que supo de estos monasterios, que fue después de muchos años.
7. Como ella llegó a edad para poderla casar,
concertaron sus padres con quién casarla, siendo harto muchacha; mas como no
tenían más de aquella, que aunque tuvo otros hermanos muriéronse todos, y ésta,
que era la menos querida, les quedó (que cuando le acaeció lo que he dicho (11)[11],
un hermano tenía, que éste tornaba por ella, diciendo no lo creyesen), muy
concertado ya el casamiento, pensando ella no hiciera otra cosa, cuando se lo
vinieron a decir dijo el voto que tenía hecho de no se casar, que por ningún
arte, aunque la matasen, no lo haría.
8. El demonio que los cegaba, o Dios que lo permitía
para que ésta fuese mártir (que ellos pensaron que tenía hecho algún mal
recaudo (12)[12] y
por eso no se quería casar), como ya habían dado la palabra, ver afrentado al
otro, diéronla tantos azotes, hicieron en ella tantas justicias, hasta quererla
colgar, que la ahogaban, que fue ventura no la matar. Dios que la quería para
más, le dio la vida. Díceme ella a mí que ya a la postre casi ninguna cosa
sentía, porque se acordaba de lo que había padecido santa Inés, que se lo trajo
el Señor a la memoria, y que se holgaba de padecer algo por él, y no hacía sino
ofrecérselo. Pensaron que muriera, que tres meses estuvo en la cama que no se
podía menear.
9. Parece cosa muy para notar una doncella que no se
quitaba de cabe su madre, con un padre harto recatado, según yo supe, cómo
podían pensar de ella tanto mal; porque siempre fue santa y honesta y tan
limosnera, que cuanto ella podía alcanzar era para dar limosna. A quien nuestro
Señor quiere hacer mercedes de que padezca, tiene muchos medios, aunque desde
algunos años les fue descubriendo la virtud de su hija, de manera que cuanto
quería dar limosna la daban, y las persecuciones se tornaron en regalos; aunque
con la gana que ella tenía de ser monja, todo se le hacía trabajoso, y así
andaba harto desabrida y penada, según me contaba.
10 Acaeció trece o catorce años antes que el Padre
Gracián fuese a Sevilla (que no había memoria de Descalzos Carmelitas), estando
ella con su padre y con su madre y otras dos vecinas, entró un fraile de
nuestra Orden vestido de sayal, como ahora andan, descalzo. Dicen que tenía un
rostro fresco y venerable, aunque tan viejo que parecía la barba como hilos de
plata, y era larga, y púsose cabe ella y comenzóla a hablar un poco en lengua
que ni ella ni ninguno lo entendió; y acabado de hablar, santiguola tres veces,
diciéndole: «Beatriz, Dios te haga fuerte», y fuese. Todos no se meneaban
mientras estuvo allí, sino como espantados. El padre la preguntó que quién era.
Ella pensó que él le conocía. Levantáronse muy presto para buscarle y no
pareció más. Ella quedó muy consolada, y todos espantados, que vieron era cosa
de Dios, y así ya la tenían en mucho, como está dicho. Pasaron todos estos años
que creo fueron catorce, después de esto, sirviendo ella siempre a nuestro
Señor, pidiéndole que cumpliese su deseo.
11. Estaba harto fatigada, cuando fue allá el padre
maestro fray Jerónimo Gracián. Yendo un día a oír un sermón en una iglesia de
Triana, adonde su padre vivía, sin saber ella quién predicaba, que era el padre
maestro Gracián, viole salir a tomar la bendición. Como ella le vio el hábito,
y descalzo, luego se le representó el que ella había visto, que era así el
hábito, aunque el rostro y edad era diferente, que no había el padre Gracián
aún treinta años (13)[13].
Díceme ella que, de grandísimo contento, se quedó como desmayada; que aunque
había oído que habían allí hecho monasterio en Triana, no entendía era de
ellos. Desde aquel día fue luego a procurar confesarse con el padre Gracián, y
aun esto quiso Dios que le costase mucho, que fue más, o al menos tantas, doce
veces, que nunca la quiso confesar (14)[14].
Como era moza y de buen parecer, que no debía haber entonces veinte y siete
años, él apartábase de comunicar con personas semejantes, que es muy recatado.
12. Ya un día, estando ella llorando en la iglesia,
que también era muy encogida, díjole una mujer, que qué había. Ella le dijo que
había tanto que procuraba hablar a aquel padre y que no tenía remedio, que
estaba a la sazón confesando. Ella llevola allá y rogole que oyese a aquella
doncella, y así se vino a confesar generalmente con él. Él, como vio alma tan
rica, consolose mucho y consolola con decirla que podría ser fuesen monjas
Descalzas, y que él haría que la tomasen luego. Y así fue, que lo primero que
me mandó fue que fuese ella la primera que recibiese, porque él estaba
satisfecho de su alma, y así se le dijo a ella cuando íbamos. Puso mucho en que
no lo supiesen sus padres, porque no tuviera remedio de entrar. Y así, el mismo
día de la Santísima Trinidad (15)[15]
deja unas mujeres que iban con ella (que para confesarse no iba su madre, que
era lejos el monasterio de los Descalzos, adonde siempre se confesaba y hacía
mucha limosna y sus padres por ella); tenía concertado con una muy sierva de
Dios que la llevase y dice a las mujeres que iban con ella (que era muy
conocida aquella mujer por sierva de Dios en Sevilla, que hace grandes obras),
que luego vendría; y así la dejaron. Toma su hábito y manto de jerga, que yo no
sé cómo se pudo menear, sino con el contento que llevaba todo se le hizo poco.
Sólo temía si la habían de estorbar y conocer cómo iba cargada, que era muy
fuera de como ella andaba. ¡Qué hace el amor de Dios!, ¡cómo ya ni tenía honra,
ni se acordaba sino de que no impidiesen su deseo! Luego la abrimos la puerta.
Yo lo envié a decir a su madre. Ella vino como fuera de sí; mas dijo que ya
veía la merced que hacía Dios a su hija; y, aunque con fatiga, lo pasó, no con
extremos de no hablarla como otras hacen, antes en un ser (16)[16]
nos hacía grandes limosnas.
13. Comenzó a gozar de su contento tan deseado la
esposa de Jesucristo, tan humilde y amiga de hacer cuanto había, que teníamos
harto que hacer en quitarle la escoba. Estando en su casa tan regalada, todo su
descanso era trabajar. Con el contento grande, fue mucho lo que luego engordó.
Esto se le dio a sus padres de manera, que ya se holgaban de verla allí.
14. Al tiempo que hubo de profesar (17)[17],
dos o tres meses antes, porque no gozase tanto bien sin padecer, tuvo
grandísimas tentaciones; no porque ella se determinase a no la hacer, mas
parecíale cosa muy recia. Olvidados todos los años que había padecido por el
bien que tenía, la traía el demonio tan atormentada, que no se podía valer. Con
todo, haciéndose grandísima fuerza, le venció, de manera que en mitad de los
tormentos concertó su profesión. Nuestro Señor, que no debía de aguardar a más
de probar su fortaleza, tres días antes de la profesión la visitó y consoló muy
particularmente e hizo huir el demonio. Quedó tan consolada, que parecía
aquellos tres días que estaba fuera de sí de contenta, y con mucha razón,
porque la merced había sido grande.
15. Desde a pocos días que entró en el monasterio,
murió su padre, y su madre tomó el hábito en el mismo monasterio (18)[18],
y le dio todo lo que tenía en limosna, y están con grandísimo contento madre e
hija, y edificación de todas las monjas, sirviendo a quien tan gran merced las
hizo.
16. Aun no pasó un año, cuando se vino otra doncella
harto sin voluntad de sus padres, y así va el Señor poblando esta su casa de
almas tan deseosas de servirle, que ningún rigor se les pone delante, ni
encerramiento. Sea por siempre jamás bendito, y alabado por siempre jamás,
amén.
COMENTARIO AL CAPÍTULO 26
El adiós a Sevilla. La primera vocación andaluza
Último capítulo dedicado a la fundación de Sevilla. La
Santa lleva ya un año en la capital andaluza: desde mayo de 1575 hasta junio de
1576. Sale para Castilla muy de mañana, al día siguiente de la inauguración
definitiva del Carmelo hispalense. Viaja cómodamente con sus hermanos Lorenzo y
Pedro y sus sobrinos quiteños.
Escribe el presente capítulo a poco de llegar a Toledo.
Comienza página con emotivas alusiones a la despedida de Sevilla. Se la han
enturbiado dos sombras impertinentes: por un lado, la soledad y lejanía en que
deja a la querida comunidad sevillana. Y por otro –no mencionado por la Santa, pero
latente y acuciante– la orden que le han impartido de Roma (y de Madrid) de
recluirse definitivamente en uno de sus Carmelos.
Es normal el sentimiento de la media docena de
fundadoras hispalenses que han compartido con ella las fatigas de todo un año.
Las hay débiles de complexión aunque firmes en la vocación. La más querida de
todas, la priora María de San José, se ha ingeniado para que Gracián obligue a
la Santa a dejarles, al menos... su retrato. Y Gracián la fuerza a posar ante
la paleta y los pinceles del calabrés fray Juan de la Miseria. Lo cuenta
Gracián mismo, entre serio y burlesco:
"Mandé con mucho rigor que obedeciese a todo lo que
fray Juan de la Miseria le mandase, y sin quererla oír razón ni réplica alguna,
me ausenté; y el fray Juan de la Miseria no era tan gran retratador, ni tan
primo y cortesano como otros... Y así dijo la santa Madre después que miró el
retrato: Dios te lo perdone, fray Juan, que
me has hecho padecer aquí lo que Dios sabe y al cabo me has pintado fea y
legañosa" (Escolias..., p. 425).
El otro factor es el desenlace de una larga pesadilla, fruto
del machismo de época, aireado por los superiores mayores de la propia Santa.
Se lo repite una vez más el nuncio Ormaneto a Gracián: "Che a me non é mai
piacciuto il modo che tiene –come santa, intendo– quella Madre Teressa di andar
attorno a fondare et visitare monasterü, perció che le done regolari hanno de
star dentro le sue case et non andare attorno, perció che queste visite
convengono alli superiori soi, che possono andare attorno senza scandalo e
pericolo". En román paladino, que tienen visos de escándalo esos viajes
fundadores de la Madre Teresa.
Lo escribía el Nuncio hacía apenas unos meses: el 11 de
noviembre de 1575. Ahora se lo imponen taxativamente a la Santa desde Roma. Ha
sido Gracián quien, por su cuenta, la retiene en Sevilla. Pero es ella quien
decide "encerrarse" en el Carmelo de Toledo, para dar cumplimiento al
mandato que le ha venido de Piacenza (c. 27, 19). Estará casi cuatro años sin
salir a fundar.
El resto del capítulo (nn. 3‑16) lo dedica a proponer un
ejemplar de vocación carmelitana, como ya ha hecho en capítulos anteriores con
modelos como Casilda y Beatriz en el Carmelo de Valladolid, o como Gracián y
Catalina Godínez en los capítulos de Beas y Sevilla.
Ahora, "por dar gusto a las lectoras" (n. 2), opta
extrañamente por presentarles el caso de la primera vocación hispalense, cuando
ésta es todavía novicia. Se trata de Beatriz Chaves, en religión Beatriz de la
Madre de Dios, que ha ingresado en el Carmelo de Sevilla apenas fundado, en el
otoño de 1575. Teresa escribe su relato en Toledo, otoño del año siguiente (cf
cap. 27, 23), cuando ya Beatriz ha quedado huérfana de padre, cuando ya ha
ingresado en el mismo Carmelo sevillano su propia madre Juana de la Cruz, y cuando
la propia Beatriz es aún simple novicia: emitirá sus votos el 26 de noviembre
de ese mismo año 1576.
La recién profesa cuenta 38 años. Ha tenido juventud
difícil. Ha convivido con la Santa apenas unos meses de noviciado carmelitano, aproximadamente
desde septiembre/octubre de 1575 hasta comienzos de junio del año siguiente. Ya
en el noviciado ha tenido sus dificultades y tentaciones, como hace notar la
Santa (carta 110, 4: fechada el 18.6.1576 en Malagón).
Desafortunadamente, a los dos años (1578), Beatriz ya
había dado una vuelta de campana en su conducta de carmelita. En el epistolario
de la Santa pasa a ser "la negra vicaria", es decir, superiora
ocasional del Carmelo de Sevilla cuando deponen ignominiosamente a María de San
José. (Pero todo eso desborda cronológicamente el marco del presente relato).
Posteriormente, la Santa misma hará todo lo posible por
que se recupere y se reintegre en la vida comunitaria del Carmelo. Beatriz
quedará arrepentidísima. Hasta el extremo, según María de San José, de que
fueron tantas sus "lágrimas, que está ciega de llorar" (Libro de
Recreaciones, r. 9a).
Beatriz llegó a conocer la canonización de la Madre
Teresa. Falleció en Sevilla el 29.12.1624.
Lo que en el capítulo interesa a la autora y al lector
es el tipo de vocación carmelitana diseñado por la Santa. Firme superación de
dificultades. Determinada determinación. El Carmelo como objetivo preciso.
Devoción a la Virgen y a su madre Santa Ana en el contexto de los ermitaños del
Monte Carmelo...
Literariamente, es otro caso como el de Casilda de
Padilla en el capítulo once. A la Santa le hubiera sido fácil arrancar del
manuscrito autógrafo los cuatro folios que enaltecen, no muy certeramente, la
vocación y la persona de Beatriz. No lo hizo. Tampoco los eliminó ni los
desdibujó Gracián en la primera edición del libro.
Nota del comentario:
1. Fechas y acontecimientos contextuales del cap. 26:
– Beatriz
de la Madre de Dios (Chaves): 1538‑1624;
– La Santa
llega a Sevilla: 26.5.1575;
– Escrituras
para la fundación de Caravaca:10.3.1575;
– Felipe
II otorga la licencia para fundar en Caravaca: 9.6.1575;
– Teresa
escribe al Rey agradeciendo la licencia: 19.7.1575;
– Llegan a
Sanlúcar Lorenzo y familia: 12.8.1575;
– Ingresa
Beatriz Chaves en el Carmelo de Sevilla: otoño de 1575;
– Ingresa
igualmente la madre de Beatriz, Juana de la Cruz...
– Poder
dado por la Santa a Ana de San Alberto para fundar en Caravaca: 24.11.1575;
– Profesión
religiosa de Beatriz: 26.9.1576;
– Profesión
de su madre Juana de la Cruz: 10.11.1577;
– El Nuncio
F. Sega destituye a Gracián: 23.7.1578;
– Es
destituida la priora de Sevila, María de San José: 1578‑1579;
– Es
nombrada vicaria del Carmelo hispalense Beatriz de la M. de Dios: 1578;
– Enero de
1579: la Santa logra comunicar por carta con el Carmelo de Sevilla: cartas
283‑284;
– Es
restablecida en el cargo María de San José: 28.6.1579.
Notas del texto teresiano
[3]
Harto se les aguó el contento a las
monjas con mi partida... Menos mal que para menguar la pena, las monjitas
sevillanas y el P. Gracián tuvieron la feliz idea de obligar a la Santa a posar
ante un pintor y dejarse retratar. Aunque el retratista fuese tan mediocre como
el bueno de fray Juan de la Misaria que recibió orden de realizar la obra, su
cuadro, aún hoy conservado en el monasterio de Sevilla, es el único retrato
«ciertamente auténtico» que poseemos de la Santa Madre. El relato del martirio
que hizo pasar a la Santa, puede verse en el P. GRACIAN, Peregrinación de
Anastasio, Diál. 13 (B.M.C., t. 17, pp. 201-202); él nos trasmitió la fina
crítica que la Santa hizo humorísticamente al retrato y al retratista: Dios te lo perdone, fray Juan, que ya que me
pintaste, me has pintado fea y legañosa.
[13]
Tendría Gracián unos 29 años (nació en 1545; fundó en Sevilla en 1574). Mucho
más equivocada anda la Santa en la edad de la buena Beatriz, que no tenía entonces
los 27 que la Santa le da, sino 36 bien cumplidos (nacida en 1538). – El
convento de Carmelitas Descalzos de Triana, titulado de los Remedios, había
sido fundado el 6/1/1574.
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