Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.
Camino de Perfección.
2º Redacción (Códice de Valladolid)
Capítulo 14
En que trata lo mucho que importa no dar profesión a ninguna que vaya contrario su espíritu de las cosas que quedan dichas.
1. Bien creo que favorece el Señor mucho a quien bien se determina, y por eso se ha de mirar qué intento tiene la que entra, no sea sólo por remediarse (como acaecerá a muchas), puesto que el Señor puede perfeccionar este intento si es persona de buen entendimiento, que si no, en ninguna manera se tome; porque ni ella se entenderá cómo entra, ni después a las que la quisieren poner en lo mejor. Porque, por la mayor parte, quien esta falta tiene, siempre les parece atinan más lo que les conviene que los más sabios; y es mal que le tengo por incurable, porque por maravilla deja de traer consigo malicia. Adonde hay muchas, podráse tolerar, y entre tan pocas no se podrá sufrir.
(sigue aquí --- en "Más información"... )
2. Un buen entendimiento, si se comienza a aficionar al bien, ásese a él con fortaleza, porque ve es lo más acertado; y cuando no aproveche para mucho espíritu, aprovechará para buen consejo y para hartas cosas, sin cansar a nadie (1)[1]. Cuando éste falta, yo no sé para qué puede aprovechar en comunidad, y podría dañar harto.
Esta falta (2)[2] no se ve muy en breve, porque muchas hablan bien y entienden mal, y otras hablan corto y no muy cortado, y tienen entendimiento para mucho bien. Que hay unas simplicidades santas que saben poco para negocios y estilo de mundo, y mucho para tratar con Dios. Por eso es menester gran información para tomarlas y larga probación para hacerlas profesas. Entienda una vez el mundo que tenéis libertad para echarlas, que en monasterio donde hay asperezas, muchas ocasiones hay, y como se use, no lo tendrán por agravio.
3. Digo esto, porque son tan desventurados estos tiempos y tanta nuestra flaqueza, que no basta tenerlo por mandamiento de nuestros pasados, para que dejemos de mirar lo que han tomado por honra los presentes para no agraviar los deudos. Plega a Dios no lo paguemos en la otra vida las que las admitimos, que nunca falta un color con que nos hacemos entender se sufre hacerlo (3)[3].
4. Y éste es un negocio que cada una por sí le había de mirar y encomendar a Dios y animar a la prelada, pues es cosa que tanto importa. Y así suplico a Dios en ello os dé luz, que harto bien tenéis en no recibir dotes, que adonde se toman podría acaecer que por no tornar a dar el dinero -que ya no lo tienen- dejen el ladrón en casa que les robe el tesoro, que no es pequeña lástima. Vosotras, para en este caso, no la tengáis de nadie, porque será dañar a quien pretendéis hacer provecho.
COMENTARIO AL CAPÍTULO 14
El indispensable discernimiento
Lo hemos visto ya. Cuando a la Madre Teresa se le endurece la pluma entre las manos, es que le duele lo que escribe. No que le duela el tema, le duele la vida. Aquí, todo un flanco de la vida religiosa.
Pues bien, el nuevo capítulo del Camino prosigue el tema y el tono del capítulo anterior. Tono de voz algo bronco, con puntas de ironía y consignas drásticas para las lectoras. Tema, algo parecido a eso que hoy llamamos reclutamiento de vocaciones. Más en concreto, éste: que en la vida religiosa o en el Carmelo entre únicamente gente vocacionada; y, por si acaso han pasado el umbral personas desvocacionadas, ¡que se vayan! La vida religiosa, en la óptica teresiana, exige o supone un ideal elevado, bien definido y motivado. Que no se cuele en ella gente arrojada por la resaca de la vida.
En el capítulo anterior, Teresa invitaba a esas tales a "irse". En éste escribe una palabra más dura: "¡Echarlas!" (n. 2). En términos perentorios: que eso se haga sin pararse en "piedades y puntos necios" (n. 3 del borrador). Sin falsas "lástimas" (n. 4).
Evidentemente, a la Autora se le ha ido la pluma un poco más allá de lo que ella quisiera. Tendrá que limar esas expresiones al pasarlas al texto definitivo. Pero sin desdecirse de lo dicho.
Veamos sus tesis y sus porqués.
El marco histórico: "Estos desventurados tiempos"
Esa alusión a los tiempos que corren mientras escribe, se halla hacia la mitad del capítulo (n. 3). Es el punto dolorido del tema y de la escritora. Cuando la Santa redacta esa página, tiene ya amplia experiencia de la vida religiosa (treinta años largos). Y posee una visión panorámica de los monasterios femeninos de Ávila, de la vieja Castilla, e incluso de tierras del Tajo.
En el Camino ha aludido repetidas veces a ese trasfondo paisajístico de la vida religiosa: fibras enfermas del amor fraterno, pobreza-miseria y suntuosos edificios, sofoco de la libertad de conciencia, intromisión de extraños aunque sea con título de vicarios, etcétera.
Ahora ha llegado a la fibra más delicada. La marea de gente que entraba en aquellos monasterios femeninos, casi siempre superpoblados. Y casi siempre con escasas posibilidades selectivas de las vocaciones. En parte, por inercia e ignavia de la vida religiosa. En parte, por presión e imposición de la sociedad.
Ocurría que Ávila se había despoblado de hombres jóvenes. Ejemplo palmario era la propia familia de Teresa: de sus nueve hermanos, ni uno sólo había quedado en la ciudad, ni en Castilla. Todos se habían dado a la mar, camino de Indias, o de África e Italia. Ese patente vacío de juventud masculina, ¡a cuántas muchachas dejaba sin posible partido! Y, desde esa situación anómala, la sociedad basculaba gente sobre los monasterios. A veces desde la más tierna infancia, cuando las niñas aún no tenían posibilidades de opción ni elementos para ser discernidas. En el viejo monasterio de la Santa -La Encarnación-, con una comunidad desmesuradamente numerosa, pero digna, hay bastantes niñas en espera de noviciado y profesión. Uno de los futuros amigos de la Santa fundadora, el buen Nicolás Gutiérrez (Fundaciones 19, 2), ha colocado en él a sus seis hijas. Cierto, todas ellas llegarán a ser excelentes religiosas, pero el sistema de ingreso no era una obra de arte, que digamos.
Broche y remate de esta situación era la dote que acompañaba a la candidata. Como a la mujer casadera, la entrega de la dote en el momento de la Profesión y su rápido consumo, debido a la pobreza del monasterio, zanjaba la cosa como un hecho consumado e irreversible.
En un primer momento, Teresa cortó la tanza de ese anzuelo de la dote: en el Carmelo de San José "harto bien tenéis en no recibir dotes" (n. 4). Manos libres.
Pero quizás eso es lo de menos. Lo de más es acabar con el cepo que las razones sociales han puesto a la vida religiosa. Decirlo alto. De palabra y de obra: que "entienda de una vez el mundo que tenéis libertad para echarlas" (n. 2). Así de claro.
Con todo, esa libertad y autonomía de la vida religiosa frente al mundo no tendría sentido sin el complemento positivo del discernimiento vocacional por parte de la interesada y de la comunidad. Es el objetivo a que se encamina el resto del capítulo.
El discernimiento y el buen entendimiento
Para la Madre Teresa es cosa clara. Desde el epígrafe del capítulo advierte que los dos términos que han de ser confrontados son: "el espíritu de quien entra" y "las cosas ya dichas", que marcan el estilo del grupo. Prácticamente, carear el espíritu de cada persona con el espíritu del grupo. Para ello -dirá enseguida- "es menester gran información". Y "larga probación" (n. 2).
Pero, más allá del espíritu de quien llama a la puerta de la vida religiosa, y además del intento que lo mueve ("no sea sólo por remediarse") (n. 1), Teresa fija la atención en una cualidad clave para el discernimiento de la candidata: su talento. O, como ella dice, "un buen entendimiento". También aquí, categóricamente: "Que sea persona de buen entendimiento, que si no, en ninguna manera se tome". Es decir, que en modo alguno se la admita.
Resulta paradójico, a primera vista, ¡que un elevado cociente intelectual sea indispensable para abrazar la vida religiosa! ¿No incurre Teresa en un neto clasismo de espíritu? Ella misma, ¿no admitirá bien pronto en su Carmelo a jóvenes analfabetas, como Ana de San Bartolomé? Y, ¡qué logro de monja resultó!: enfermera, secretaria suya, fundadora de Carmelos Europa adelante, escritora...
Nada de paradojas. La Santa escribe desde el Carmelo y de cara a un ideal de vida contemplativa. Para estar a la altura de ese ideal, además de la gracia de Dios y con ella, se requiere un buen angular mental. Se requiere, para hacer la travesía de la vida religiosa sin naufragio seguro. Se requiere para adaptarse al régimen de alimentación espiritual (Biblia, liturgia, oración, formación espiritual), año tras año. Especialmente, en el reducto claustral de la vida contemplativa.
En segundo lugar, para Teresa de Jesús el buen entendimiento no es, como la cara bonita, un ornamento o un colorante más, añadido a la persona. Es algo sustancial, ensamblado con naturaleza y gracia, con el destino, vocación y misión de cada uno. A condición, claro está, de comprender bien eso de "buen entendimiento", que para Teresa y para su tema vocacional, no se mide ni por el ángulo facial, ni por el talento filosófico, matemático o económico. Sino que reside en otra forma de talento, típico de las personas que "tienen entendimiento para mucho bien", con todo un sartal de condiciones: talento y talante, capaz de asirse al bien con fortaleza; que aprovecha para buen consejo y para hartas cosas más; que nunca es cansino para los otros; que es apto para "tratar con Dios"...
En cambio, "¡las que esta falta tienen!"... Teresa confiesa que no sabe para qué pueden servir en una comunidad contemplativa como la suya. No es que se ensañe con los menguados mentales. Simplemente, para ella, la cortedad de entendederas es "mal incurable" en la vida religiosa. Nada más, y nada menos.
Pero, ¿qué objeto tiene todo ese elogio del buen entendimiento, en el tema neurálgico del discernimiento de vocaciones?
El capítulo del Camino da dos respuestas: Primera, sin él, ¿cómo discernir? Y segunda, importante en el marco de estos "desventurados tiempos": que el buen entendimiento es indispensable como correctivo de enfoque en el vocacionado.
Si se acercó a la vida religiosa con la mira baja, el buen entendimiento le permitirá descubrir el ideal, y asirse a él con fortaleza.
Teresa misma, contando la historia de su vocación carmelitana, recuerda que sus motivaciones iniciales no alcanzaban precisamente altitud de cordillera. Los motivos cumbres los descubrió después. Y eso la salvó.
¿Retractaciones?
Hemos comenzado advirtiendo que también en este capítulo a la Autora se le fue la pluma. Y que al pasarlo del borrador a la redacción definitiva, hubo de limar y suavizar lo escrito.
Hagamos justicia a esos retoques de pluma. En el fondo, revelan la sensibilidad de la escritora. No es que en momento alguno haya caído en la invectiva. Ha sido en la segunda mitad del capítulo donde le han brotado los trazos fuertes. Copiamos del borrador una de esas frases:
"...en caso tan importante, ningún (pretexto) es bueno. Porque cuando el Prelado, sin afición ni pasión, mira lo que está bien a la casa, nunca creo (que) Dios le dejará errar. Y en mirar esas piedades y puntos necios, tengo para mí que nunca deja de haber yerro" (n. 3).
"Afición y pasión", "piedades" falsas y "necios puntos" de mundo... quedarán descartados de la redacción definitiva. Se eliminó también la alusión al prelado (obispo de Ávila), reteniendo la responsabilidad explícita del discernimiento vocacional para la comunidad ("cada una por sí") y la superiora.
Más tarde, cuando la Santa prepara ese texto para la primera edición del libro, vuelve a retocarlo. Arregla así la última frase del capítulo:
"Gran bien es no recibir dotes, para poder escoger las personas. Porque podría ser cegarse por el interés, y que por no echar el dinero del dote de casa, dejen el ladrón dentro, que les robe el tesoro, que no es pequeña lástima".
De hecho, así fue publicado el texto en 1583, a tenor del postrer retoque de la Autora.
Extrañamente, cuando fray Luis de León se haga cargo del Camino (1588), volverá al borrador teresiano de este capítulo: al final de él trascribirá las mismas pinceladas duras que la Santa había eliminado de su texto, sobre "piedades" falsas, "necios puntos" de mundo, etcétera.
Pero no es el episodio literario lo que importa. Lo importante es la neta toma de posiciones de la Madre Teresa en el terreno de la doctrina, y su reacción dolorida frente a los hechos y los "tiempos desventurados".
[1] «Antes es recreación», proseguía la 1ª redacción.
[2] «... y las demás!» (1ª red.).
[3] La 1ª redacción añadía: «Y en caso tan importante ninguno es bueno; porque cuando el Prelado sin afición ni pasión mira lo que está bien a la casa, nunca creo Dios le dejará errar. Y en mirar estas piedades y puntos necios tengo para mí que no deja de haber yerro».
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